Hace 40 años, Pink Floyd editó una de sus más grandes obras, Dark Side of the Moon. Un álbum tan actual que parece que fue hecho ayer.
Desde que salió al público, el «Dark Side» ha sido objeto de alabanzas, críticas y sucesos curiosos. Para gran parte de los fans y la prensa especializada, es una de las obras cumbre del grupo ingles, junto a The Wall; para otros es el inicio del nuevo sonido de Pink Floyd después de la salida de Syd Barret y la total integración de David Gilmour al proyecto.
Como buen disco conceptual, tiene una temática especifica de la cual se derivan todas sus melodías. Más allá de tocar cosas como la avaricia en «Money» o el envejecimiento en «Time», se explora a la condición humana en su totalidad, el lado obscuro de ésta, cosa que sería recurrente las obras posteriores de la banda.
Es un gran recorrido que comienza con el latir del corazón, llevándonos a través del sentido mundano que se le da a la vida; ya sea por el agobio del egocentrismo, la búsqueda del éxito, el ritmo de vida moderno, los conflictos con el otro por no reconocerlo como igual o el constante miedo a la muerte; la combinación de todo hará que perdamos el juicio, sino es que ya lo hemos perdido. Sólo al reconocer y aceptar lo anterior, el ser humano puede comprender su contexto real y a su alteridad; podrá eclipsar sus propia mundanidad y volver a escuchar los latidos del corazón.
Es un viaje que se tiene que hacer de principio a fin y que, desafortunadamente, los lados A y B de los viniles siempre han jugado en contra de eso, pues rompen el momento inmersivo al hacer necesaria la interrupción del disco.
La mejor forma de rendirle tributo a esta gran pieza de la música contemporánea es escucharla de principio a fin, para reflexionar acerca de la condición humana; pero también, para recordar que el efecto prismático recuerda más a la portada del álbum que a Newton, que miles de plantas de «hierba buena» se han fumado mientras suena algún tema, que la ironía ha hecho de «Money» el sencillo más redituable y covereado de Dark Side of the Moon, que aún siguen las teorías acerca del por qué empata perfectamente con la película del Mago de Oz y, finalmente, para darnos cuenta que «en realidad no hay un lado obscuro de la luna, toda es obscura».
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