Por Lupita y José Alberto, Corresponsales de Artes 9. com en el Edo., de Hidalgo.
Cuando llegó la novedad de la TV., por algún rato nos olvidamos de los cantos, rondas y juegos, pues por diez centavos primero, luego los tele /abusivos empresarios aumentaron en forma unilateral la tarifa al doble y, por un veinte, teníamos derecho a ver varias horas de televisión sentados en rasposa banca de ásperas y columpiantes tablas sostenidas por temblorosos tabiques, el día que la economía y nuestros padres nos lo permitían –la tarea escolar usted sabe– o la programación lo ameritara. Así, olvidábamos nuestras penurias viendo las simplezas y torpezas de los cómicos que nos desternillaban de risa, o la seriedad y pulcritud de los conductores, pero unos y otros, eran motivo de presunción ante los vecinos que no tenían ni un veinte para ver a “Los Ángeles de la Calle”, a “La Pandilla”, Al Panzón Panseco, que tenía el largo nombre de: Arturo Ernesto Manrique Elizondo y su pareja Carlota Solares, a Pepe Ruiz Velez, el ídolo del Barrio de Actipan y su concurso de “Las Estrellas Infantiles, Tofícos”, La Hora del Guasón con Francisco Tiburcio Gabilondo Soler “Cri Cri” y a Chabelo que debutaba en la “Hora de Chabelo y Gamboín”, “El Cuento” de Enrique Alonso, patrocinado por la fábrica que ha dado fama al chocolate en México: “¡Este es el trenecito del chocolate Express, que rico nutritivo y qué sabroso es… Expressss, expressss!”
Y ya más grandecitos: Viruta y Capulina, Clavillazo, Orfeón a Go, go, El Gran Premio de los 64,000 pesos, La Hora Azul, El Estudio Raleigh y Noches Tapatías, entre docenas de personajes y programas más. No olvidar que todos los personajes y la mayoría de los programas, se iniciaron en los estudios de la “W”, en la calle de Ayuntamiento.
Desde luego que en ocasiones nos colábamos a ver la TV sin pagar, y si se podía, gorreábamos las paletas Mimí a los (as) vecinos (as) pudientes, actos que eran presumidos con más orgullo y provocaban gran envidia entre nuestros inocentes contemporáneos.
En la medianamente lejana niñez de mis hijos, para satisfacer las necesidades elementales yo tenía que trabajar como desesperado, sin fijarme en malos tratos ni horarios, todo provocado por mi falta de preparación escolar y mi temor, por consiguiente, a perder el mejor empleo que a la fecha había conseguido. En esa circunstancia viajaba constantemente y me alejaba hasta por un mes de la casa, dejando a mi eterna pareja con la carga de la atención y el cuidado de los hijos. Por esta primordial causa, Lupita, por muchos años lidió solita con los tres hijos y procuró, en medio de nuestras limitaciones darles algunos ratos de alegría a bajo costo y si se podía: gratis.
Una opción era llegar a los Estudios de la “W”, La Voz de La América Latina desde México, para presenciar la amplia programación que presentaban, especialmente los fines de semana y en forma destacada el inolvidable programa televisivo / radial, de concurso infantil, que presentaba Ramiro Gamboa “El Tío Gamboín”, por XHGC, Canal 5, pero que se transmitía desde el Estudio “Azul y Oro” de la “W” en Ayuntamiento.
Ramiro Gamboa “Gamboín”, era reconocido por expresiones como «No me fallen sobrinos, no me fallen» o «No me fallen amiguitos», yucateco de nacimiento y con una amplia carrera radiofónica que inició justamente en su natal Mérida el año 1937, permanece aún en mi recuerdo en forma especial, porque en una de las múltiples visitas de mis hijos a su programa, estando yo a causa de mi trabajo en la Ciudad de Monterrey, N.L., como de costumbre sintonicé la radio y, por coincidencia, Don Ramiro anunció a mi hijo que se había animado a cantar “Pin pon”, pero ante mi sorpresa y la del “Tío Gamboín”, a Beto se le olvidó el Pin pon y empezó a cantar el Himno Nacional, animado en su olvido por el regocijo de todos los asistentes y la amable comprensión y apoyo del conductor siguió cantando, y al final, el premió fue doble, aunque el Himno Nacional reconoció “Gamboín”: ¡Valía más premios!
A la semana siguiente del concurso; a mi regreso del viaje, Betito mi heredero todavía me presumió una gran bolsa llena hasta el tope de achocolatados Koris, Tofícos, Paletas de leche, Kanguros y chicles de Supermán, desde luego no cabía en él del gusto, ya que su abuelo Manuel y su bisabuela Leonor , también lo escucharon en la tienda de Abarrotes de La Merced, donde se surtían de mercancía para su tienda “El Faro”, y de puro gusto mi suegro les invitó refrescos a todos los presentes, empleados y clientes, a la salud de su nieto que cantó el Himno Nacional por «El radio con el Tío Gamboín”.