Para contextualizarnos más en los festejos de los 100 años de la historieta en México, hoy y mañana presentaremos dos textos que ampliamente nos hablan del desarrollo de la hisotrieta nacional, la autora de estos estos escritos es Laura Bolaños Cadena:
En este año se cumplen 100 «primaveras» de que comenzara a ver la luz en nuestro país una nueva expresión de arte: la historieta mexicana. Iniciada en los Estados Unidos en su forma moderna con temas desarrollados en serie de dos, cuatro y más cuadros con los mismos personajes, adquirió en nuestro medio una forma totalmente nacional, con personajes mexicanos e historias mexicanas que reflejan el habla, las costumbres, idiosincrasia, etc., de la nación mexicana. De inmediato esta forma de expresión logró un gran arraigo.
¿Quién de nosotros no guarda entre los recuerdos de su niñez las páginas cómicas dominicales unas y en las contratapas de los cuadernos escolares otras, que hicieron nuestra delicia? Y no sólo divirtieron al público infantil; también los adultos se aficionaron a la historieta. Al cúmulo de series estadunidenses que seguíamos con pasión como «Tarzán el hombre mono», «Terry y los piratas», «El Príncipe Valiente», «Dick Tracy», «Flas Gordon» y tantas otras que alimentaron nuestros sueños y despertaron vocaciones, se sucedió la producción mexicana, que aun siendo inspirada por esos grandes modelos, nació y se desarrolló con características netamente nacionales.
Dio comienzo con el mismo esquema estadunidense de tiras que se desarrollaban en forma horizontal en cuatro cuadros y en páginas de cuatro y más. El género fue primero cómico, luego de aventuras y policíacas con personajes centrales que eran siempre los mismos. Después comenzaron las series de aventuras continuadas también sobre personajes o héroes. Se hicieron famosos todos ellos pasando a formar partre del imaginario popular. Las series mexicanas igualaron y aun superaron la gran aceptación de las extranjeras. «Los Supersabios», «Rolando el rabioso», y otras, surgieron como luminarias en el mercado del «cómic» nacional.
Ya en los años cuarentas apareció la publicación en cuadernos tamaño carta con periodicidad semanal, donde se publicaban en varias páginas series continuadas. Las dos revistas que adoptaron esta modalidad que tuvo de inmediato gran éxito, fueron Chamaco y Pepín, editados uno por Publicaciones Herrerías y el otro por la editorial García Valseca. Fue tal la acogida entre el público que en poco tiempo se dio la mejor y más aceptada presentación en tamaño de bolsillo, con 64 páginas y en edición diaria. Estas dos revistas incluían hasta diez historias diferentes todas continuadas. Alrededor de este suceso salieron al mercado otras muchas revistas siendo aquéllas las líderes. Aquí comenzó la verdadera edad de oro de la historieta mexicana.
Aún continuaron varias en el tamaño anterior y con publicación semanaria; pero Chamaco chico – nombrado así para diferenciarlo de la publicación en tamaño mayor, Chamaco grande, y que todavía apareció por algún tiempo -, y Pepín, en sendas ediciones de bolsillo, fueron las que tuvieron el éxito más grande alcanzando tirajes que no se habían visto en México en publicación periódica alguna. Al mismo tiempo continuaban varias con el tamaño y la periodicidad anteriores.
Apareció una modalidad nueva: la historieta de dos autores, argumentista y dibujante. En una de éstas inició un género nuevo donde el tema principal eran los amores entre los personajes. Fue en el Pepín. De inmediato alcanzó gran aceptación, aunque seguían publicándose ahí mismo las gustadas de aventuras y policíacas de un solo autor.
Falleció uno de los iniciadores de la modalidad mencionada, lo que dio lugar a otro giro que marcaría el mayor hito en la historia de la historieta nacional: una argumentista llamada Yolanda Vargas Dulché, que ya se había acercado a las editoriales de revistas ilustradas, fue llamada para sustituirlo, dándose con esto el primer paso a la gran entrada de mujeres argumentistas a la historieta mexicana.
Chamaco Chico, que a la desaparición de Chamaco Grande quedó simplemente como «Chamaco», adoptó de inmediato la misma línea, aunque también conservando las otras series de aventuras y policíacas. Pero una dirección deficiente y cambios en la editorial, más la fuerte competencia de Pepín, hicieron entrar en tal decadencia a esta revista que su fin se veía próximo, mientras Pepín continuaba su éxito arrollador y las demás publicaciones se sostenían muy bien.
Al entrar una administración nueva a Publicaciones Herrerías, se cambió el nombre de la empresa por el de Novedades Editores S.A. Nuevos directivos de todas las áreas incluyendo la dirección de la revista, dieron lugar a cambios favorables que revirtieron la caída de Chamaco.
El gusto del público se inclinó de tal forma por las historias de amor que ambas revistas líderes dedicaron sus páginas sólo a este género. Las historias de aventuras y policíacas comenzaron a emigrar a otras publicaciones. Sin embargo, la modalidad de la serie continuada publicada a diario y en pocas páginas estaba llegando a su término. Ya a comienzos de los años 50s, se inició en Novedades, que contaba para entonces con un nutrido equipo de argumentistas mujeres, otro cambio fundamental: las historias de amor completas en formato de libro, en 384 páginas, primero con periodicidad mensual que pasó rápidamente a quincenal y a semanal quedando en definitiva como El Libro Semanal. El éxito fue sorprendente aun para sus autores. De ahí para adelante ésta fue la nueva forma de presentación de la mayoría de las revistas de historietas de todo tipo. Es de hacerse notar que no hubo antes nada similar a esta presentación ni aun en los Estados Unidos. Fuimos innovadores.
La editorial García Valseca seguía publicando en forma de cuadernillo varias de sus revistas de mayor tiraje como Memín Pinguín, de Yolanda Vargas. Ella y Guillermo de la Parra crearon su propia empresa, la Editorial Vid, con títulos de enorme aceptación, entre ellos el mencionado Memín.
La historieta mexicana tuvo en las décadas siguientes un crecimiento continuo. El mercado estaba inundado con la producción nacional. Creció el número de editoriales dedicadas al género. La historieta se convirtió en una industria pujante. Sólo Novedades llegó a editar catorce revistas, entre ellas fotonovelas. Los intentos de editoriales argentinas e italianas de competir en este terreno terminaron en fracaso. La fotografía duró pocos años cediendo el lugar a las ilustradas de siempre.
La producción nacional desplazó a la historieta extranjera. Un «Tarzán» mexicano, Chanoc, hizo desaparecer de escena a este personaje legendario. La revista Contenido publicó en cierta ocasión un reportaje titulado «Chanoc mató a Tarzán»
Nos convertimos en exportadores cubriendo varios estados de la Unión Americana, y parte de centro y Sudamérica. Llegamos a ser el segundo país productor y exportador de historieta.
En los años setentas tuvimos la suerte extraordinaria de que haya surgido en México otro modelo singular: un dibujante, Eduardo del Río, Rius, inauguró una novísima faceta de la historieta nacional: el «comic» político publicado en revistas y luego editado en libros donde se abordan temas, además de políticos, de interés histórico y otros utilizando el cómic como instrumento genial de divulgación. Rius fue modelo para historietistas políticos de Sudamérica.
La muerte de la mayoría de los creadores de las primeras épocas y los cambios desfavorables en las editoriales originaron desde fines de los años ochentas la paulatina decadencia de la historieta de calidad. Editores sin escrúpulos intentaron cubrir el mercado a base de material para adultos, pero no lograron nunca el éxito de las publicaciones anteriores. Y poco a poco este género, causante del desprestigio del medio, ha llegado a su casi extinción.
Felizmente se inicia en nuestros días el renacimiento de la buena historieta con títulos nuevos y exitosos como la infantil «Medio Litro», editada por su autor, Ramón Valdiosera; «Historia Semanal» y la muy reciente «Historias Maravillosas» de Mina Editores, que están causando sensación entre el público.
Hoy, para prestigio de esta forma de expresión; asistimos a la aparición de una revista de historieta de crítica política, «El Chamuco», donde participa una pléyade de geniales dibujantes, en impecable edición. 1908, 2008, cien años fructíferos para la historieta mexicana. Estamos iniciando el segundo centenario con muy buenas perspectivas.
Este texto continua.