Por Lupita y José Alberto, Corresponsales en el Edo. de Hidalgo.
En nuestro constante caminar por Avenida Revolución de la ciudad de Pachuca, Hgo., ya sea para ir a comprar los cocoles de anís y piloncillo con El Charro, o para visitar el Museo de la antiquísima estación de los Ferrocarriles que está a espaldas de la moderna Basílica Guadalupana pachuqueña, veíamos desde hace unos años cómo se amontonaba la gente a las afueras de una pozolería, obligando a quién quisiera entrar a saborear ese prehispánico platillo, a una discreta antesala banquetera, rito que cumplían (cumplen) con gusto y entre amenas platicas todos los comensales del casi inadvertido negocio, hecho que comentábamos Lupita y yo con verdadera admiración, pues no es muy común que encontremos a media banqueta gente gustosa en antesala gastronómica, pero en fin, concluíamos: a lo mejor está tan sabroso ese pozole, como el que tú guisas, Lupita, y a otra cosa, vámonos a los cocoles y luego en larga caminata a la nieve de don Gabriel.
Uno de tantos días, nos atrevimos a preguntar a un joven y sonriente padre de familia que si valía la pena la espera cargando una preciosa nena él y otra su esposa, además con un chipi chipi, mojador, tan sólo por un pozole.
–¿Qué, no hay otra pozolería en Pachuca?– pregunté casi agresivo. –¡Sí, hay por cientos quizá!– Me respondió sin perder la sonrisa. -Pero mi esposa y yo, venimos desde Villas de Pachuca buscando el sabor que encontramos con la familia Cortés, desde hace siete años, ahí en su casa de Villas que fue donde empezaron a vender su producto, así que somos clientes de esta casa desde que éramos novios, ahora ya casados y con las niñas seguimos fieles, y no, no se hace pesada la espera, pues como ve, casi todos los clientes somos conocidos y tenemos infinidad de temas que comentar-.
Entre sonrojado y empequeñecido, tan sólo pude balbucearle a tan amable cliente que las preguntas eran para un medio cibernético y al momento saqué mi cámara para una foto de todo el grupo, pero para mayor vergüenza, gentilmente se ofreció a retratarnos a Lupita y a mí, cosa que sin más aceptamos. Los inquisidores humillados, los fotógrafos retratados. Después de agradecer la lección y la foto nos retiramos y “sabiamente” le confirmé a mi esposa: -Ahora sí, estoy seguro, que hacen el pozole tan rico como tú-.
En paralelo a nuestras actividades, en la ciudad de México, Edgar Morales, “El Castor”, a través de Radio Mil, en el 1000 de a. m., anunciaba que el 10 de agosto presentaría en el Museo del Estanquillo, el Refranero Pulquero, libro rescatador de una tradición que se está perdiendo: los refranes rancheros y urbanos y que de ahí en adelante, todos los esfuerzos de su equipo se encauzarían a la organización de la 7ª Justa Pozolera Nacional, evento que contaría con la participación de las diez mejores pozolerías, de diez diferentes estados de la República Mexicana, a realizarse el 7 de septiembre en el Rancho del Charro de Constituyentes. –Llame, conteste una sencilla pregunta y gáne su pase cuátruple-, insistía.
El día señalado por el Castor llegó, nos levantamos a las cuatro de la mañana para poder llegar temprano como lo indicaba el anfitrión todos los días previos a través del programa “Viajando con el Castor” –Para que se ganen un pozole al pisar el botón del semáforo-, nos alentaba. –Si llegan después de las diez no van a ganar nada- Advertía. La Sonora Santanera va a llegar a las once, el comedor se va abrir a las nueve, las cortesías se van a servir desde las diez, va a estar Nadia, la gran cantante oaxaqueña surgida de la Academia. ¡Una delicia! ¡Acabáramos! Exclamaba. E insistente y emocionada Lupita ganó sus pases en el horario del El Lobo, y allá vamos.
Salimos temprano de Matilde en Jagüey de Téllez y llegamos a las once a Constituyentes, tarde pero llegamos. Y con la fortuna de resultar ganadores de un pozole en la Aduana pozolera.
Lo que es la vida, fuimos de Pachuca a la Ciudad de México a cubrir un evento para Artes9 y para reponer energías, ganamos un plato de pozole elaborado en ¡Pachuca!, en la misma pozolería que estaciona gente en la banqueta y que nunca habíamos tenido la paciencia de esperar un rato para poder degustarlo. Por suerte nos regalaron un rico plato de Pozole Hidalguense, de “La Potzoliza”, acertada y añeja creación exclusiva de la familia Cortés quienes le agregan carnero y un especial sazón, en lugar de carne de cerdo o pollo como nuestros antepasados hispanos y criollos, y es una verdadera delicia, platillo con el que justamente, ganaron el “¡Primer Lugar!” de la “7ª Justa Pozolera Nacional de Radio Mil”. ¡Acabáramos!, como dice El Castor. ¡Ah ca… mión de pulque!, como dice Lupita.