Por: Jarumi Mejía
Recuerdo la primera vez que escuché acerca de la FILEM. Me llamó la atención que el Estado de México, uno de los Estados con más proyección dentro de la República en varios aspectos, no tuviera su Feria Internacional del libro desde años atrás y que en el 2015 arrancara apenas con este acontecimiento cultural. Recordé que en mi niñez y temprana adolescencia, visitaba una feria del libro con sede en Casa de las diligencias, en Toluca, y posteriormente, en el Centro Cultural Mexiquense o Plaza Fray Andrés de Castro y dije: ¡Claro que ya existía una feria del libro estatal!. Luego caí en la cuenta que, precisamente, el evento era de carácter estatal y este, que recién arrancaba, era diferente.
Confieso que antes de zambullirme en el mundo de las letras como fan declarada, aún tengo un poco de pudor acerca de autonombrarme “aspirante a escritora” o “escritora”, las ferias del libro era algo que pasaba, que brotaba, como las plantas a la orilla de la banqueta, los hongos en las tortillas o las primeras gotas de lluvia. Uno iba por el centro de Toluca un sábado y si veía que había libros en masa, apresuraba el paso para mezclarse entre ellos, disfrutaba el hallazgo y era feliz. Ignoré, por mucho tiempo, que en México existía la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, la del Palacio de Minería, del Zócalo, del Politécnico Nacional, etc. (Aún sigo bastante desinformada de algunas más) con fechas y sedes ya bien establecidas y que además de contar con, lógico, innumerables libros organizados en editoriales, también contaban con conferencias y talleres impartidos por gente del medio (del medio, papawh), reconocidos premios literarios y destacados ponentes de variadas disciplinas artísticas. Conforme fui quitando mi piel de los números y llenándola de letras, empecé a asistir a estas ferias, a disfrutarlas y a esperarlas. Por eso, cuando en pleno 2015 me enteré de la primera feria Internacional en el Estado de México, tuve sentimientos de extrañeza pero también de esperanza y emoción.
Soy una persona incrédula. La verdad el evento me causaba mucha expectativa y debo admitir que no le daba mucho crédito. “Ver para creer” decía aquel apóstol fetichista que necesitó meter su dedo en la llaga para seguir propagando la fe.
En el 2015 puse pie en la primera FILEM porque el marido
presentó lectura de su obra como parte de “El semillero” de la escuela de escritores del estado, lugar dónde lo conocí y empezó nuestra hermosa historia de amor, cuyo capitulo, en dicho año, se transportaba en mi abdomen de siete meses sin preocuparse por nada. Las primeras impresiones que tuve de la feria que arrancaba, era que el pabellón dedicado al Estado era enorme y que los demás eran muy pocos o muy pequeños. Las conferencias magistrales con personalidades del mundo de la cultura y las artes eran más entre los conocidos y amigos de siempre, que exponentes de otros estados o de otros países. Era una feria que arrancaba y cuyo contenido se diferenciaba poco de las ferias estatales a las que asistía de pequeña, y se alejaba mucho de monstruos instituidos como la FIL de Guadalajara. Decidí esperar al año siguiente y, por supuesto, a una evolución del concepto.
Esta fue la presentación del libro "Niebla" en #Filem, a cargo de Ramón Espinoza y el equipo de Corteza Editorial. pic.twitter.com/eQ9QwgmFra
— FILEM (@Filem_Mx) September 3, 2017
No asistí a la segunda FILEM pues mi cambio de residencia al paradisiaco Valle de Bravo estaba más asentado que el año anterior y mis ojos prefirieron el azul verdoso de la laguna al gris plomizo y olor a croquetas de la bella e industrial Toluca.
Tercera Feria Internacional del Libro del Estado de México. FILEM 2017. ¡Vamos a volar!
Ahí estaba yo. Entrando a la sede en Plaza de los Mártires con carreola, marido, bendición, chamarras, incertidumbre y el honor de moderar la conferencia “El arquetipo de la heroína en el cómic” cuyo ponente era Valerio Vega. Yo que nunca he moderado en mi vida ni el dulce, ni la sal, ni los sentimientos, ni mis reacciones, ni nada, iba a moderar una conferencia y tenía que encontrar al ponente, hablar con él, armar mi chamba, cuidar a la niña, comer algo, no morir de calor, respirar y disfrutar del evento. Fácil.
Se presenta en #Filem el libro "Del arte Gotch a las artes", con la participación de José Miguel Alva Marquina. #VamosaVolar pic.twitter.com/7TZlQ3ISST
— FILEM (@Filem_Mx) September 2, 2017
Así que entré y me dio mucho gusto ver que esta vez, aunque el pabellón Estado de México seguía siendo bastante grande, había otras editoriales de prestigio con pabellones igual de grandes y llenos de lectores. Había un área dedicada a los cómics, cosplayers y todo un equipo respaldándola con toda la atención y empeño del mundo, llamada «La Tierra de los Héroes y los SúperHeroes». Había muchos stands con libros infantiles y chamacos por aquí y por allá, la mía incluida, arrastrando a sus padres a consumir literatura para los más chiquitos. Me sentí bien. Me sentí apapachada y, sobre todo, me dio gusto ver que este proyecto, al cual no daba crédito subida en mi moneda de diez centavos de ignorancia, estaba despegando sus alas y mostrando muy bellos colores.
Debemos exigir mejores historias, afirmó el ilustrador y creador de cómics Valerio Vega en la #Filem 2017. #VamosaVolar pic.twitter.com/5wJLNGqcTl
— UAEM (@UAEM_MX) August 27, 2017
Primero compré dos libros de títeres y luego encontré a mi ponente. Valerio Vega me pareció muy preparado en el tema que íbamos a tratar en la conferencia. Fue su tesis, es su trabajo y se nota muy cómodo explicándoselo a una completa extraña. Un tipo agradable con un tema que me interesaba. Estábamos programados para el Foro C, no era el evento principal, pero yo actuaba como si lo fuera. Siempre he creído que hay que hacer y estar donde algo nos mueva desde adentro y mi chamba en esa tarde cubría los requisitos.
En el tiempo que transcurrió entre planear mi trabajo y la hora de la conferencia, me dediqué a recorrer la feria. “La feria está enorme” me decía un contacto en Facebook. No. La feria no estaba enorme. No en comparación con sus hermanas de Guadalajara o de Minería. Me pareció que había espacio desaprovechado y que los eventos estaban concentrados en un solo lugar y no distribuidos en la sede para fomentar la afluencia del público. Parecía que la preocupación fue llenar el lugar de stands y no invertir en más cosas que fomentaran la interacción de los visitantes con las editoriales. Pese que había excelentes espectáculos de cuentacuentos y conferencias con ponentes fabulosos como Taibo II, Waldo Leyva, Xavier Velasco, Alberto Chimal, Raquel Castro, Alma Murillo, José Luis Durán y un largo etcétera, me pareció que la venta de artesanías y parafernalia aún era demasiada y faltaban espacios de interacción con el público, espacios que lo atrajeran, que lo invitaran a apropiarse del lugar, alguna ludoteca o bebeteca para los niños y otros espacios básicos para todos los asistentes, espacios de suma importancia y con mucho éxito en otras muchas ferias internacionales y no, no me refiero a los sanitarios.
Sí, ya sé que empecé de agria e insatisfecha. Neta, perdón. No todo es amargura en mi vida, verán, me dio gusto encontrar a grandes amigos en los stands de sus respectivas editoriales, a otros paseando, a otros más que habían ido a verme, otros que habían ido nomás para fastidiar (ponemos como acotación muchas caras de incertidumbre). Amigos queridos que estaban en cuerpo y alma dedicándole valiosos segundos de su tiempo y varios niveles de estrés a esta feria que sin duda está desplegando las alas con objetivo de alcanzar a sus iguales en majestuosidad y contenido. Personas muy valiosas quebrándose la cabeza y sobándose el lomo para que la FILEM vuele con alas de quetzal en un futuro. Sabemos que lo hará. Apenas van tres años y todo mejora con el tiempo (bueno, menos lo que no).
Todavía encuentras en los pasillos de la #Filem a @blakstar878 y a Guerrera Isis ¡Los rudos, los ruudos los ruuudos! #VamosaVolar. pic.twitter.com/7qTkSdnQRj
— FILEM (@Filem_Mx) August 27, 2017
Me dio gusto ver que se están abriendo espacios para diversas manifestaciones artísticas reflejadas en una tierra destinada a los héroes y superhéroes. Me gustó ver a los cosplayers muy solicitados por niños de todas las edades sacándose fotos. Ver a las bendiciones de mis contactos de Facebook presumiendo sus libros al lado de Iron Man (y a mis contactos haciéndose de la vista gorda para no tener que justificarse por no entrar al evento en el que yo estaba. No se preocupen. Aún los quiero). La esposa de un amigo lloró de emoción al escuchar a Taibo II. Otro amigo se ganó un libro de Waldo Leyva. Una amiga embarazada se paseaba entre los libros impregnando de letras los poros que cubrían a su bebé. Un amigo más recorría la feria contando cuentos, empapado en sudor y sosteniendo un paraguas verde. Otro era un manojo de estrés porque formaba parte importante de la organización y su esfuerzo y corazón iban mezclados. Otros amigos tendrían lecturas en días posteriores. Mujeres muy queridas se empoderaban desde sus stands y a través de su asistencia a las conferencias y de sus ojos y oídos dispuestos a sorprenderse.
Mi corazón se sintió cobijado y en posición para volar.
Pese a las deficiencias, la FILEM se perfila para planear desde la cumbre más alta. Faltan muchas cosas, pero esta breve visita a su tercera edición me dejó muy claro que entre las letras y las personas siempre se extienden puentes magníficos fungiendo de pistas por demás aptas para el despegue.
Presentación del libro "La perversa historia de la comida", aquí en #FilemMx pic.twitter.com/KAG0Tj1xCs
— FILEM (@Filem_Mx) August 27, 2017