por Santes Hdez. Scarlett Yaneth
¿Cuánto cuesta lo que ves? Podrías pensar que exponerte frente la pantalla chica no cuesta nada, pero poniendo énfasis en el dominante de los medios de comunicación como lo es la televisión, es entrar en un análisis sobre lo que nos ofrece como medio informativo, sus principios de autonomía y la forma en que sus exponentes transmiten la información.
Tanto en Francia como en México y en muchos países del mundo, puede observarse esa característica principal de aquel invento que en un principio comenzó conociéndose como iconoscopio, y que tras al paso de los años se ubica de entre los medios, en el principal y el de mayor audiencia, que como fuente de información aparte de sensacionalista, refugia detrás de sí una censura inigualable y establece un exhaustivo control de reglas.
La obra de Pierre Bourdieu nos ofrece una observación profunda de como la televisión en su natal, Francia, va en decadencia ética al igual que sus exponentes de acuerdo a los principios en los que debía basarse. Y es que no es necesario trasladarse a Francia, tomar el control, seleccionar un canal y estudiar a los exponentes y sus fast thinkers, cuando el problema también está presente y naturalizado en México.
En nuestro país, lo que conocemos como pantalla chica, ha logrado homogenizarse y establecerse como cultura para la sociedad mexicana, así se pasaría a esclarecer que es la “pantalla grande” por ser el medio informativo más persuasivo y de inmediatez competitiva.
Con inmediatez encontramos que la relación entre el sujeto, su pensamiento y el tiempo se han fijado como esencia del propio periodista, donde la urgencia no conlleva a un claro pensamiento de lo que se dice cayendo en una comunicación meramente instantánea.
Y como los periodistas están en un constante ritmo entre su pensamiento y la velocidad, los televidentes son también un agente que mediante las urgencias, sólo son capaces de escuchar el “teaser” de su programa favorito y se sienten satisfechos e informados.
Mientras se observa un noticiero ¿Cúantas noticias nos es posible escuchar en un minuto? Puede ser que hasta dos noticias en un minuto, y sobre temas de inmediatez, sensacionalistas, donde ninguna, a comparación de un periódico, es llevada al análisis, aquí en la televisión lo novedoso es simplemente superficial.
Y ante su variante principal, el tiempo, los noticieros de esta manera se centran en lo esencial, lo principal, lo que les hará ganar más audiencia, y donde por más que se intente cubrir con una cortina, no se pude explayar. Aquí hay reglas básicas, aquí hay cosas que se pueden decir y otras que no y que aunque quieran auto clasificarse como medio autónomo, los analíticos y no alcanzados por el medio masivo, pueden percatarse que no es así.
Los medios nos han hecho pensar que lo inmediato y superficial es lo real, es así como los mexicanos se sienten satisfechos al encender un televisor y sentirse informados a raíz de que sólo menciona el hecho sin hacer hincapié en los mayores problemas sociales.
El juego de la televisión mexicana, como en muchos países más, es remitirse a lo impuesto, dejando el vacío periodístico de informar con mera responsabilidad y dar a conocer la primicia informativa por la que todos pelean.
¿Y cómo no creerle al expositor, si se ha formado mediante las bases de ética profesional? Como ética profesional se entiende ese grado de responsabilidad en informar, en este caso de los periodistas, el ser objetivos, claros y corroborar la información, el encontrar esa independencia en el medio y no contribuir a intereses ajenos, el tener la capacidad de tener liderazgo y libertad de expresión.
Bourdieu expresa que los exponentes de la televisión son “portadores de una moral típicamente pequeño-burguesa que dice lo que hay que pensar de los problemas de la sociedad”.
Bourdieu plantea en su libro, que a través de presión de los índices de la audiencia, el peso de la economía se ejerce sobre la televisión, y, a través del peso de está sobre el periodismo, se ejerce sobre los periódicos, incluso los más puros, y sobre los periodistas que, paulatinamente, se van dejando imponer los problemas de la televisión. Y del mismo modo, a través del peso en conjunto del campo periodístico, pesa sobre todos los campos de la producción cultural.
En el país, existen dos principales duopolios encargados de “informar”, y ofrecer contenido y de entretenimiento a los televidentes, Televisa y TV Azteca, donde más allá de ejercer el periodismo en su plenitud, sus exponentes son actores de telenovelas, sin tener una formación académica, y simplemente habla para dar a conocer una sencilla y típica nota con decadencia informativa. Y periodistas de formación, que no se basan de lo que se les impone en su guion, han sufrido desde amenazas hasta censuras para ejercer su profesión. Es así, que quienes ejercen su labor periodística en alguno de los duopolios, tiene que remitirse a satisfacer a la audiencia mediante crónicas de sucesos y noticias deportivas, porque es lo que favorece a los televidentes, lo que genera ganancia económica dejando a un lado la ganancia informativa e intelectual.
Entonces el periodismo depende absolutamente de la demanda. Nos sumergimos entonces en el vacío cultural y nos adentramos en el entretenimiento.
Vemos día a día, que efectivamente existen canales destinados a informar noticias parciales, y así los periodistas ceden a cumplir las exigencias de su mercado. Es responsabilidad ética de cada profesional adentrarse en un campo de mayor expresión y menos reglas, un espacio donde exista el análisis exhaustivo de la verdad.
El reflejo de los contenidos que son una realidad parcial, hace que como exponente se recaiga una y otra vez en un conformismo moral, entiendo a la moral como un conjunto de normas, valores y creencias que existen y son aceptadas por la sociedad que sirven de modelo de conducta y valoración para establecer lo que está bien o está mal. Entonces al conformarse con la moral, la persona ya no se persuade a sí misma para ejercer sus derechos e intereses propios.
Es un contraste el poner a la televisión y la prensa, la primera, busca imponer sus contenidos sin importar que el contenido se reduzca a lo banal por el contenido satírico que contenga, donde no se puede esperar una transformación cuando la oferta es televisión abierta. En la prensa también existe lo satírico, pero de igual forma nos podemos encontrar con una realidad imparcial, analística y fomentada de cultura, donde a pesar de que se esté perdiendo audiencia por la transición a la “era digital”, los aún existentes periódicos se enfocan en un análisis crítico de los sucesos.
El problema de los periodistas también reside en las adaptaciones a los medios electrónicos, ya que en este proceso de adaptación se va perdiendo la eficacia de los contenidos, ya que debido a la inmediatez por la que apuestan las redes sociales y el contenido en línea, las notas periodísticas han rebajado su profundidad en el describir de los hechos.
Pero la sociedad no está culturizada para leer un periódico, información en internet, al receptor le satisface lo novedoso y lo que es inmediato, la recepción de lo audiovisual, es por eso que sin importar la clase social y por lo tanto el estatus económico, las televisiones se agilizan para alcanzar a todos, haciendo como requisito fundamental de la persona adquirir un televisor, todos tenemos un televisor en casa, y ya sin generalizar, la mayoría lo tiene, cumpliendo su papel, como el de una canasta básica de alimentos, que es lo que se debe de priorizar.
Y la sociedad mexicana está en protesta, bueno, sólo algunos, los que somos incapaces de obtener un televisor digital, los que nos quedaremos observando el televisor análogo apagado, los que seremos incapaces de obtener un poco de entretenimiento en casa, y donde ni siquiera con escuchar la noticia más práctica vamos a saber que sucede, en que se dice la verdad y en que se dice lo más práctico.
Y como no sentir un vacío si se roban la principal “cultura” de los mexicanos, si se llevan a los periodistas más atractivos, famosos, graciosos, se llevan las telenovelas y el futbol, donde se va robando el término de televisión pública.
Quisiéramos esperar que lo que pasa en México, con el apagón análogo, sería que las personas centren sus intereses en los demás medios de comunicación, que se desprendan del periodismo ejercido de forma práctica, rápida y donde se entabla una comunicación instantánea, donde no se escuche a exponente decir pensamientos a través de ideas preconcebidas.
Como periodistas, se debe luchar por demostrar la veracidad, buscar los medios donde se conserve la ética, donde se exprese el lenguaje fluido y sin urgencia, se debe luchar por no ser homogenizados con los “periodistas” de la televisión abierta.
Como audiencia, no estar inertes en la pantalla chica, sino diversificar sus medios de información y exigir que esta sea veraz. Exigir los contenidos de manera crítica para que todo lo que nos influya este medio, sea una forma de estar no estar inactivos de lo que realmente sucede.