- Textos: Jorge Carrera Robles
- Fotografiaras: Cortesía de Miguel Valverde
El 31 de octubre a las 19:00 horas se inauguró el mural «Semillas del Cosmos» en el Museo del Mundo en Viena, Austria. Enmarcando el 7mo. festival del Día de los Muertos en Austria, organizado por el Foro Cultural Latinidade, contando con la presencia del Director del Museo el Sr. Steven Engelsman, la Embajadora de México en Austria la Sra. Alicia Buenrostro Massieu, la Secretaria de Cultura del Gobierno del Estado de Chihuahua, la Mtra. María Concepción Landa, el Mtro. Rafael Donna Dío organizador del evento y director del Foro Cultural Latinidade y Miguel Valverde artista plástico y autor del mural. Ficha técnica Título «Semillas del Cosmos» Técnica: Acrílico/ Tela Dimensiones: 8.90 x 4.30 metros Fecha: 31. 10. 2017.
Autor: Miguel Valverde.
Semillas del cosmos México, ese enigmático país latinoamericano representativo de la diversidad cultural y las tradiciones populares, sigue alimentándose de raíces de hondo significado. El latido de su corazón refleja la grandeza de un mundo antiguo lleno de símbolos que perviven al paso de los siglos. Semillas del Cosmos de Miguel Valverde nos acerca a la cosmovisión de Mesoamérica desde la percepción de un artista acostumbrado a evocar las entrañas de las Culturas del Desierto. Pueblos cazadores-recolectores que históricamente se desarrollaron a miles de kilómetros al norte de grandes civilizaciones como Teotihuacán.
La vida y la muerte en Mesoamérica eran parte del mismo proceso circular. La sangre, simbolizada por el maíz –el principal alimento de aquellas culturas– era elemento esencial que garantizaba la continuidad de la vida. La muerte contenía la otra parte de la vida; los esqueletos conectaban con el inframundo, ese espacio eminentemente espiritual de donde abrevaban los dioses de la ofrenda y sacrificio humanos para mantener el orden cósmico. Gracias al culto y fidelidad de los adoradores el sol renace día con día.
Los sismos, huracanes y demás fenómenos naturales requerían de la acción de los dioses para evitar daños mayores. La majestuosidad de las pirámides acercaban lo terrenal con lo espiritual. Conectaban el mundo con el inframundo. Y en ese devenir las construcciones simbólicas del jaguar, la serpiente emplumada, el dios de la lluvia (Tláloc) y Huitzilopochtli, el gran dios de la guerra y el sol, se relacionaban con las cosechas abundantes, el reencuentro con los mitos de origen y la fascinante idea de que la vida solo se entiende y se genera a partir de la muerte.
El liderazgo político y militar solía acompañarse de atuendos especiales. El penacho representaba la fuerza del dominio y se mostraba a plenitud en momentos especiales de adoración donde la danza trenzaba al arte con los ritos y las tradiciones ancestrales. Otra expresión de la belleza se mostraba en la arquitectura majestuosa de las pirámides, en las grecas y en el espacio público multicolor de plazas, templos y juegos de pelota. También se muestra en piezas de cerámica y el manejo exquisito de la turquesa. Este horizonte de Mesoamérica, incomprendido y avasallado por los europeos del siglo XVI, aprendió a conservar su memoria a través de códices, la tradición oral y las artes.