Dune es una historia fantástica y grandilocuente, que incluso hoy resulta complicada de entender a profundidad. Escrita por Frank Heber y publicada en 1965, es considerada una de las mejores novelas de ciencia ficción de todos los tiempos. Es quizás por ello que su azaroso camino para ser adaptada a la gran pantalla, es también por sí misma, una asombrosa historia.
Como sabemos, antes de Villeneuve, se filmó en México la versión dirigida por David Lynch (Dune, 1984). De hecho, hay una anécdota divertidísima de cómo la escenografía que quedó en los Estudios Churubusco se reutilizó en la sexy comedia Dos nacos en el planeta de la mujeres (A. Rojas. 1991).

También está el fallido intento de Alejandro Jodorowsky que incluía a Pink Floyd en la música, además de la participación de Orson Welles y Salvador Dalí, y que tuvo que abandonarse por su alto costo. Hasta aquí, era claro que Dune era un enorme reto para cualquier estudio de grabación. Además, con el tiempo, el mítico legado ya había influido en otras historias dentro y fuera de la pantalla, por lo que superar la expectativa en el imaginario colectivo, no parecía tarea sencilla.
Pero Denis Villeneuve tenía todas las cartas necesarias para aceptar el reto. Con dos de sus cintas más importantes: La llegada (2016) y Blade Runner 2049 (2017), quedaba claro que el director entendía las reglas básicas de contar historias atravesadas por dimensiones de espacio y tiempo, o la importancia de no defraudar a los fans del género, pero sobre todo, de saber invertir bien los recursos de producciones millonarias.
La nueva Dune, cumple justamente con todo eso. Con un elenco multiestelar lidereado por Timothy Chalamet en el papel de Paul Atreides, una fotografía impactante, y un despliegue sorprendente de efectos visuales parece que esta cinta será el éxito que se esperaba y mucho más.
Sin embargo, narrativamente, la película adolece del factor sorpresa, no solamente porque buena parte del público conoce la novela o la versión cinematográfica anterior. El asunto es que el camino del héroe que la película plantea ya ha sido visto en muchas otras partes. Para las nuevas generaciones será imposible no vincular la cinta con Star Wars, Harry Potter o Game Of Thrones. Y sí, puede ser que muchas personas no sepan que la novela de Heber fue escrita en 1965, mucho antes de que esas producciones que hoy son parte de la cultura popular, se hubieran escrito y llevado a la pantalla
Puede ser en este rubro donde la película no construye más allá de lo conocido. No reinventa más que con efectos especiales, la historia del chico que es un héroe, pero lo encontramos cuando todavía no sabe que lo es.
En medio de juegos de poder, profecías y poderes místicos, el joven Artreides debe salvarse de una conjura palaciega, descubrir su verdadera esencia, darle a sentido a sus misteriosos sueños y liderar una revuelta contra un malvado emperador.
Eso, por supuesto da para una saga y de entrada se nos advierte que solo hemos visto la primera parte. Será interesante mirar el desarrollo, de una historia tan compleja y fascinante. Por ahora sólo hemos visto el comienzo, y tampoco podríamos decir que no nos quedamos con ganas de más. Ojalá veamos a Villenueve tomar mayores riesgos para las posteriores entregas.