México, 2020
Dir. David Pablos.
Reparto: Alfonso Herrera, Emiliano Zurita, Mabel Cadena
Empezaremos por decir que quizás no haya mejor modo de explicar la homofobia en México que recurriendo a su propia historia. El episodio del baile privado donde fueron arrestadas 41 personas por ser homosexuales, es ampliamente conocido en el anecdotario mexicano, siendo por ello, que quizás esperábamos un tratamiento diferente para contar una historia que conocemos bien todas y todos.
Escritores como Carlos Monsiváis y Francisco L. Urquizo, se ocuparon en algún momento del tema, incluso el caricaturista José Guadalupe Posada, también lo consignó como la nota relevante del momento. Sin embargo, es la primera vez que el cine decide retomarlo para contar la historia en la pantalla grande.

David Pablos decide tomar esta historia popular y adaptarla al cine, y creo que no hace falta decir que es una gran idea creativa, quizás pensando en que la sociedad mexicana está lista por fin, para ver y apreciar una película como esta.
Y sí que lo está, a juzgar por su paso estelar como la cinta que inauguró el Festival Internacional de Cine de Morelia en su edición 2020, y la creciente expectativa por parte del público esperando el estreno a través de la plataforma Netflix.
Sin embargo, quizás la película no llena las expectativas de contar la anécdota de un modo que sostenga en manifiesto a favor de la diversidad, o que permita una mirada profunda hacia los acontecimientos históricos que la rodean.
Si bien la cinta recrea una época pre revolucionaria, usando escenarios majestuosos, vestuario e iluminación impecable, invierte mucho menos cuidado en construir los personajes, en mostrar sus contradicciones, más allá de la de ser homosexual viviendo en una sociedad conservadora.
Pablos nos presenta la relación entre Ignacio de la Torre y Mier y Evaristo Rivas (interpretados por Alfonso Herrera y Emiliano Zurita, respectivamente), el primero yerno del entonces presidente Porfirio Díaz y el segundo, junto con la comunidad gay que se nos presenta en la cinta, miembro de una de las familias más poderosas e influyentes de la época.

Y esa es en realidad es una de las primeras preguntas que me surge al ver la cinta: ¿cómo era ser gay, trasvesti, lesbiana, transgénero o alguna otra expresión de la diversidad en el México de principios del siglo XX? La cinta no ofrece respuestas, porque esa élite que retrata no repreaentaba la generalidad. El poco contexto de desigualdad que existía en la época, lo hace parecer un asunto de élites, un escándalo de gente rica y poderosa.
Y es quizás por ello que la película pierde la oportunidad de ganar en profundidad dramática y en lograr un mejor manejo de un tema tan controvertido para la sociedad mexicana.
Incluso el baile, que da tema a la cinta, se cuenta en poco menos de 10 minutos, sin profundizar en la importancia del evento, de los ritos secretos y la clandestinidad, de la resistencia ante la sociedad que los discrimina y violenta. Al final todo pasa rápido sin mayor novedad, y llevando al público al final esperado sin ofrecerle alguna novedad que lo haga más interesante.
El baile de los 41 se queda a mitad de hacer una película mucho más profunda y poderosa. Pierde la oportunidad de que nos miremos como sociedad en el espejo de nuestro escándalos y secretos, y avancemos hacia narrativas que nos reflejen mejor, en toda nuestra compleja diversidad.