Serie. México, 2022
Dir: Gerardo Naranjo.
¿Se puede mentir al punto de no poder saber la verdad? Esa pregunta ronda insistentemente en la mente de la audiencia que se acerca a esta docu-serie dirigida por Gerardo Naranjo y basada en la novela de Jorge Volpi, ganadora del premio Alfaguara 2018.
En cinco interesantes capítulos, se narran los pormenores de un caso muy mediático y conocido en México y en el mundo, debido a que generó un conflicto diplomático con Francia.
En el año de 2005, Israel Vallarta y su entonces pareja Florence Cassez fueron capturados en un operativo que fue transmitido en vivo en un noticiero matutino. El cargo era secuestro, un tema delicado y sensible para la población mexicana.
Y si bien el operativo de aprehensión debería ser considerado como el inicio de la acción de la justicia, en realidad se convierte en la piedra angular de un caso repleto de irregularidades, mentiras, tortura y violación al debido proceso.
En el camino se llega a torcer tanto la realidad, que el expediente se convierte en un montón de páginas que no llevan a nada. Entre mentiras, contradicciones y testimonios obtenidos bajo tortura, nada de lo que ahí se dice es confiable.
Si, decir que todo puede ser mentira después de tantos años, es grave y escandaloso. Y quizás por ello este documental es a la vez valioso y desolador. Gerardo Naranjo vuelve por los pasos de Volpi y de las personas que han investigado el caso sin excluir a nadie buscando la verdad, siendo ese acaso su principal valor documental.
Personajes como Carlos Loret de Mola, los expresidentes Felipe Calderón y Nicolás Sarkozy, las familias, las víctimas, el propio Volpi, periodistas que han investigado el caso, el presunto autor intelectual, ofrecen su versión de los hechos. Puede ser cuestionable, o molestar a algunas personas, el que le hayan abierto el micrófono incluso a quienes se consideran “villanos” en la historia y que usen la oprtunidad para deslindarse (un Carlos Loret diciendo que no sabía de montaje, por ejemplo). Sin embargo, es claro que la narrativa gana con ello, presentando un material interesante, realizado con oficio, cuidado y respeto.
Esta forma de presentar los hechos, le permite a las y los espectadores identificar por sí mismo las contradicciones, los dichos, las percepciones, e inconsistencia del caso, una suerte de “efecto Rashomon” con testimonios reales, donde al igual que en la clásica película de Kurosawa, se evidencia la imposibilidad de conocer la verdad a partir de los dichos de las personas.
No es spoiler si les digo que al final no hay conclusión precisa. No lo es porque eso sucede también en la realidad, fuera de la pantalla. El documental no da un veredicto pero si cuenta una historia que a todos y todas nos conmueve y enoja. Una verdad tan torcida que ya no es posible identificar, como en tantos otros casos que suceden en este país tan necesitado de efectivo acceso a la justicia. A ver sin falta.