Norma Lorena Loeza
Child´s play. USA. 2019.
- Dir: Lars Klevberg
- Reparto: Mark Hamill (voz), Aubrey Plaza, Gabriel Bateman, Brian Tyree Henry, Beatrice Kitsos, Ty Consiglio.
Para toda una generación amante del género de terror, Chucky es un referente indiscutible. La terrorífica historia de un muñeco que albergaba el alma de un sanguinario asesino, ligada a ritos vudú y sangrientas matanzas, provocaron más de una vez y a más de una persona, espantosas pesadillas durante la década de los 80.
Hablamos de una de las sagas más exitosas del género, con siete películas en su haber, a la cual alguien pensó que le había llegado el momento de reinventarse para una nueva generación. Y es así que Lars Kliverg revive la historia de Chucky el muñeco diabólico para el siglo XXI, o por lo menos, es lo que puede deducirse después de haber visto la más reciente entrega.
Es difícil entender por qué esta versión se desprende del componente sobrenatural, para construir una especie de slasher digital; quizás pensando en un público de nativos/as digitales adictos a la tecnología. No pocas personas han comparado esta entrega con la serie Black Mirror, y la verdad es que es lo primero que parece. La maldad de Chucky ya no proviene del alma de un asesino en busca de la inmortalidad, sino de un defecto de programación, originado por un empleado descontento y maltratado.
Para la vieja escuela, el terror tenía que provenir de una fuente sobrenatural, porque en 1988 no había otra forma de hacer que un muñeco se moviera solo sin que resultara aterrador.
Pero los tiempos cambian y la idea de lo que es terrorífico y de lo que no, también se ha transformado. Este nuevo Chucky ya no es la maldad encarnada, es una falla del sistema. Y quizás para quienes nos aterramos con la primera versión, esta nos parezca un tanto ridícula y edulcorada.
Pero en honor la verdad, quizá es más factible en nuestro mundo actual un fallo letal en los sistemas digitales, que el éxito en los ritos de vudú. El nuevo Chucky es producto de una sociedad malsana que vive esclava de lo digital y del consumo. Podría de hecho funcionar como una metáfora de esta humanidad tan poco empática, que no sabe ni comprende las necesidades de las personas que viven a su alrededor.
Sin embargo, la película no construye a profundidad esta parte y termina por ofrecer una historia mediana y aunque entretenida, palomera a lo más y ya. Lo único que de verdad agradecemos es el doblaje de Mark Hamill, que le hace todo el honor al nuevo muñeco digital, y que sin duda es un gran acierto en el casting.
Esperando que pronto Hollywood encuentre el modo de generar contenidos nuevos y deje de hacer remakes, quede para la historia que, con este reboot de Chucky, tampoco logran convencer. Ojalá no lo sigan intentando.