The father. Reino Unido, Francia 2020.
Dir: Florian Zeller
Reparto: Anthony Hopkins, Olivia Colman, Rufus Swell, Olivia Williams, Imogen Poots.
¿En dónde radica la conciencia de una misma? Una pregunta que supongo obligada para todas las personas que se acercan a esta película. A fin de cuentas ¿qué somos? Lo que hemos vivido o lo que recordamos, y más aún: ¿son nuestros recuerdos el reflejo de la realidad o de las sombras a las que nos aferramos?
Esta película aborda estas preguntas, y lo hace de una manera tan lúcida, que es increíble que en realidad estemos hablando de la demencia. Florian Zeller adapta una puesta teatral, alabada en muchos ámbitos, para construir una sorprendente narración que más que mostrarnos el deterioro de la salud mental a lo largo del tiempo, nos sumerge en él, nos asfixia, y es probable que aún terminado de ver la cinta, sintamos que tampoco no nos deja ir.
La historia trata de un octogenario ingeniero con demencia senil que vive con su hija y su yerno. No hay mucho del antes, sabemos cosas muy mínimas de la vida de estas personas, lo cual no es obstáculo para entender la magnitud del conflicto. Anthony – sí, también se llama Anthony- tiene recuerdos confusos, mezcla el pasado con el presente, confunde a las personas.
Quizás en una puesta en escena, sea sencillo desarrollar la historia en un mismo espacio; sin embargo, Zeller hace gala de un sofisticado oficio cinematográfico para mezclar personas, colores, detalles, movimientos de cámara, situaciones que crean y recrean una realidad cambiante. El público puede sentir la sorpresa, la angustia, el desasosiego. Y es por ello que más que ver una película, obtienes una experiencia francamente desgarradora.
Hopkins logra una de sus actuaciones más deslumbrantes, pero eso no debería a estas alturas sorprender a nadie. Es impresionante el cambio de rango, de género, de expresión, a veces en la misma toma, cosa que solo puede lograr un actor talentoso y experimentado, como es Sir Anthony Hopkins.
El resto del elenco, encabezado por una estupenda Olivia Colman, intuye cómo desarrollar su papel, todos y todas como piezas de un muy aceitado engranaje, donde ninguna intervención sobra y a ninguna le falta nada. Cómo si las personas estuvieran en el momento y el lugar exacto, a pesar de transitar por una realidad tan inestable.
Además, pocas veces vemos un discurso tan contundente acerca de la salud mental al llegar la vejez. Pienso en películas como Amor (Amour, M. Haneke, 2013), que en su momento también resultaba el relato dramático de lo que puede ser que nos espere al final de la vida. Sin embargo, aquí hay una diferencia significativa, ya que se trata de la visión de la persona que sufre el padecimiento, no de la visión externa. Un destacado trabajo donde intentan mostrarnos lo que se siente ser testigo del propio deterioro.
Es por eso por lo que resulta dura y sin concesiones. Un recordatorio de la fragilidad, y de la inexorabilidad del tiempo, una necesaria reflexión de que nada dura para siempre, porque además, nadie está preparado para soportarlo.