Sound of metal. USA, 2020.
Director: Darius Marder
Reparto: Riz Ahmed, Olivia Cooke, Paul Raci.
Eso que las y los abuelos llamaban “música de tamborazos” para muchos y muchas de nosotras era la esencia de la rebeldía. El rock, especialmente el metal, le otorga a la batería una categoría destacada, la asocia con el ritmo que se acopla sincrónicamente a los latidos del corazón, del que se dice, es el modo más antiguo en que las personas asociamos lo melodioso, lo rítmico y la forma de vibrar en colectivo.
Es por eso que desde el título, El sonido del metal (Sound of Metal, D.Marder, 2020) parecía un elogio a la música y la cultura del metal como expresión artística. O por lo menos eso pensé cuando escuché hablar de ella. Por supuesto que nada, o muy poco, tiene que ver la película con eso, pero de ningún modo decepciona, al contrario, la hace todavía mucho más sorprendente e interesante.
La película nos presenta a Rubén, un baterista que, junto con su novia, ha formado una banda de metal y viven de gira dando conciertos mientras se mueven en una casa rodante. Llevan algún tiempo de sobriedad, haciendo música y la vida parece buena.
Pero un día, Rubén se da cuenta que ha perdido el oído, así, de súbito y repentinamente. Y a este planteamiento – que es central para el desarrollo de la historia- llegamos pasado pocos minutos de iniciada la cinta, por lo que muy pronto nos damos cuenta de que esta película es sobre todo una experiencia inmersiva.
Una muy cuidada producción sonora – en donde por cierto participan Michelle Couttolenc, Jaime Baskcht y Carlos Cortés, talento mexicano que gracias a esta cinta fueron nominados al premio Oscar en su edición 2021- nos conduce como espectadores/as a la más íntima experiencia que debe significar para alguien perder la facultad de oír.
En un balance preciso entre los silencios, las vibraciones y las emociones, Marder consigue ilustrar como las sensaciones son diferentes para cada quien y están asociadas a diferentes cosas. No se trata solo de hacer empatía o “ponerse en los zapatos” de quien vive con una discapacidad. Se trata de entender que hasta en esa comprensión y asimilación cada persona es y sigue rutas diferentes.
Otro aspecto destacado es su lejanía con el tradicional argumento de superación asociado a la discapacidad. La película tiene en su planteamiento un inusual giro de tuerca que la aleja de los comunes relatos acerca de la discapacidad que generalmente vemos en el cine. Es de destacar el proceso que va de a la negación a la búsqueda y finalmente a la reflexión de lo que una nueva condición de vida significa.
Un discurso que resulta muy recomendable para reflexionar sobre la discapacidad desde un punto de vista diferente, sin victimización ni triunfalismos melodramáticos, cuestionando abiertamente a la “normalidad” que estigmatiza de manera sobrevalorada las diferentes formas de adaptarse, asumiéndose diferente,
La vida al final se compone de las elecciones frente a la dificultad, y esta película es una excelente muestra de ello. Más que recomendable.