The Joker 2. Folie à Deux. USA (2024)
Dir. Todd Phillips
Reparto: Joaquín Phoenix, Lady Gaga, Brendan Gleeson, Catherine Kenner, Jacob Lofland
La primera entrega de Guasón (Joker, T. Phillips, 2019) resultó ser no sólo un gran éxito cinematográfico, sino todo un fenómeno cultural que motivó la discusión global acerca de la salud mental, la alienación, la búsqueda de la identidad en un mundo deshumanizado. (Anoten esto porque es crucial para comprender la segunda parte).
Dicha cinta colocó al Guasón en un nicho aparte del resto de los personajes emanados de los comics y a la película en sí, a una distancia considerable del tradicional género de acción y superhéroes. Aquí teníamos el drama de la sinrazón y la locura, separando por mucho al personaje de aquel sujeto locuaz y sádico que todos y todas conocíamos como el archienemigo del Batman en la historieta creada por Bob Kane.
El fenómeno en cuestión llega a dimensiones tales que exigían la continuidad y Warner Bros puso manos a la obra. Todd Phillips convenció a Joaquín Phoenix de volver y quizás por aquellos entonces lo más cuestionando fue la inclusión de Lady Gaga en el papel Harley Queen. Phillips aclaró en aquel entonces que la historia sería un musical, y al parecer muchas personas pensaron que no hablaba en serio.
Y bien, pues al respecto hay que decir varias cosas. La cinta no es estrictamente un musical. De hecho, cuesta trabajo definirla como drama, melodrama, comedia o musical. Para mí, el declararla como musical no es exacto y de hecho, es esa confusión la que condenaba al fracaso a la cinta, incluso antes de que el público la hubiera visto.
El musical como género establece la narrativa a partir de números musicales. Es decir que se canta y se baila en escenas claves, sustituyendo los diálogos o las acciones o bien, escenificándolas como si fuera un espectáculo.
En esta cinta esto no sucede así. El planteamiento de la historia es totalmente dramático y los números musicales son el vehículo que Fleck construye para evadir la realidad estando confinado en el sanatorio mental para delincuentes de Arkham y en espera de ser enjuiciado por los asesinatos cometidos en la primera entrega.
Pero más importante que la continuidad de la historia, es evidente que el interés del director es ahondar en la psique del personaje. Y es quizás por ello que la cinta no es lineal ya que los números musicales son reflejo de los anhelos de un Joker que aspiraba a ser rey del espectáculo, un show man aplaudido y admirado.
Fleck empieza a perder el control del sí mismo y entonces el Joker, su alter ego, toma el control, siendo en este momento que la personalidad psicótica del personaje lo lleva a no diferenciar lo que es real de lo que no.
Phillips mantiene su discurso en contra de una sociedad que crea monstruos para después deshacerse de ellos, sin conmiseración alguna. Sostiene la mordaz crítica hacia los medios que ensalzan la violencia, que deshumanizan a las personas y que cosifican a quienes viven con enfermedades mentales, aunque su intento es presentarla de una manera más onírica. La idea del que el Joker y Harley Queen (aquí nombrada Lee) tomen de la cultura popular la sustancia de su locura es una gran premisa, porque habla precisamente de todo lo que interviene en la construcción de la violencia como espectáculo.
Hace además algo poco usual en el cine de superhéroes: mostrar el drama de las víctimas. Casi siempre en ese tipo de cintas, la violencia parece justificada y las víctimas no vuelven a nombrarse. Un gran acierto en esta película, es mostrar las secuelas del estrés postraumático de quienes tuvieron el infortunio de cruzarse con Arthur Fleck en su proceso de transformación.
Otro elemento destacable es lo autocrítica que la película es consigo misma. Hay varios momentos en los que el Joker pregunta si han visto su película y cuántas veces. El propio personaje de Lady Gaga, es más el de una fan confundida, algo que queda muy asentado en el diálogo que sostienen en las ya icónicas escaleras: La gente ama al Joker, pero no siente ninguna empatía por Arthur Fleck.
Phillips podrá no ser considerado un gran director, pero nadie puede negar su valentía. Construye su propia película, alejado del fandom y ni siquiera buscando su aprobación. Aquí no hay escenas inverosímiles de acción, cameos de famosos, chistes simplones, ni exceso de CGI. No deja de ser irónico, que en el último estertor del cine de superhéroes, alguien se atreva a lo distinto y por ello se le acuse de “traicionar al personaje”. ¿Qué esperaban? ¿A Batman entrando por la ventana? Y la verdad, en estos tiempos de descarado fan service, una propuesta tan distinta, se agradece.
En síntesis, es una película densa: Tantas reflexiones y revelaciones abruman, los momentos musicales deslumbran, pero parecen inconexos, la fotografía es perfecta, igual que el diseño de producción, las actuaciones notables. Bienvenidos y bienvenidas sean al confuso mundo mental del Joker. ¿O cómo se imaginaban que piensa alguien que vive convencido de que su vida es una comedia?