Nuestra amiga y ex colaboradora Romy Villamil, se une al grupo de Sugerencias sobre comics para leer.
Aparte del mencionado «Hey, Class president!» en el que el protagonista acabó más horadado que una coladera y con suficiente material para ser el próximo banco de semen mundial, leí un cómic de a deveras, es decir, uno con historia: «Orgullo de Bagdad», también conocido como «Leones de Bagdad», creación de Brian K. Vaughan y con arte de Niko Henrichon; una historia basada en un hecho real que, lejos de pretender ser LAAAA obra del cómic, se limita a contarte -y bien contada- una historia que termina emocionando y dejando con excelente sabor de boca al lector.
En 2003, durante los bombardeos gringos a la ciudad de Bagdad, una manada de leones del zoo se escapó y vagó a través de la desolada ciudad hasta que fue hallada por los «american jirous», que hicieron lo que todo pinche gringo suele hacer en esas situaciones «¡NOS ESTAN ATACANDO!!!» Y ¡paf! dejaron a los leones como al protagonista de Hey, Class president, solo que a balazos en lugar de violadazos.
A sencillas palabras, este fue el hecho real; ahora viene la parte Big Fish: la aderezada para este fantástico cómic, que es visto, narrado y sentido desde el punto de vista de los leones: un cachorro, el joven macho, su pareja y una vieja hembra tuerta amargada, que un día ven cómo su cielo se comienza a caer a pedazos por extrañas luces que de él descienden, convirtiendo todo en cenizas y escombros. Noor, la hembra joven, es una criatura con ansia de libertad y de rebeldía contra los humanos. La vieja hembra, en cambio, prefiere malo por conocido y no tiene ánimos de incitar rebeliones de Granja algunas. Kili, el macho, sigue a su hembra sin mucha convicción, y el cachorro es eso: un niño en medio de la guerra, que no comprende qué es lo que pasa a su alrededor. Todo se conjunta en un deambular por calles desiertas, hallazogs sorprendentes y escenas de crudeza que muestran una ciudad fuera de los estereotipos que las pelis gringas nos enseñan.
Mención aparte tiene el dibujo, que posee un soberbio manejo de la anatomía animal y un color boceteado, muy cálido y acorde con el sitio donde se desarrolla la cción. Narrativa fluida y diálogos concisos y sin pretensiones culminan el trabajo, que resulta, sin quererlo, una pequeña obra maestra que merece más que las multilaureadas y forzadas obras que luego nos quieren forzar a leer.
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