Por Lupita y José Alberto, corresponsales de Artes 9. com, en el Edo. de Hidalgo.
En unos cuantos días, el padre de Lupita cumplirá diez años de fallecido y como cada año desde hace cerca de cincuenta, su figura antes, su espíritu ahora, nos recuerdan que fue un lejano 14 de febrero cuando formalizamos la incomparable historia de amor que nos tocó vivir, y fue su padre pieza importante para que viviéramos un noviazgo inolvidable, ya que, desde el primer momento nos apoyó en todos los preparativos para la boda que se realizó a los cinco meses de conocernos, pues nunca olvidamos que nos conocimos un doce de diciembre y nos casamos el diez de mayo del siguiente año a pesar de la oposición de los tíos porque era yo muy pobre y no fui a la escuela, pero con el apoyo de mis suegros y de los abuelos paternos de Lupita, claro que nos casamos y así seguimos. El buen amigo que fue mi suegro, siempre contento, siempre alegre, bohemio, dicharachero y amiguero, sabía agradecer el mínimo favor que se le brindara y decía que por ser bien nacido, era muy agradecido. Y, como Lupita y el que con trabajos todavía teclea le debemos más de la mitad de la vida, que mejor homenaje que recordarlo con su Hidalguense Distinguido favorito: el Humanista Oftalmólogo de Tulancingo, Doctor Jorge Berganza de la Torre, inigualable personaje que por junio/ julio de 1977, operó gratuitamente de cataratas oculares a la señora Leonor Olvera Fernández, mamá de mi suegro, gracias a la recomendación de uno de sus primos Olvera Rojas, que radicaba en Jagüey de Téllez, Zempoala, Hgo., el cual le insistió a su prima que no anduviera tonteando: que a la brevedad, antes de quedarse ciega por ir con cualquiera, acudiera a la consulta con tan afamado Doctor.
“Está aquí luego, en Tulancingo, en la Primero de Mayo, llegandito, cualquiera te informa, pues”.
–Mañana mismo váyanse Manuel, lleguen temprano, por “hay de las cinco de la mañana” y le explican a la señorita de afuera, que no llevan cita porque aquí en Téllez; no hay teléfono. Aunque no la atienda mañana, al verla tan mal, les va a dar cita pa’ luego, luego…
En el colmo de la buena suerte y gracias la generosidad sin límite del Doctor Berganza, ese mismo día que fueron, el médico recibió a doña Leonor y en pocos días la operó.
Después de la operación gratuita y ante tan inusitado acto de filantropía y calidad humana, por parte del reconocido Oftalmólogo, situación a la que mi familia política no estaba acostumbrada y no sabía cómo corresponder por su modestia, mi suegro me pidió que en el siguiente viaje que hiciéramos a Pachuca “a ver la hora y a comprar pastes”, le llevara a su nombre, “siquiera” una docena del pan relleno, mitad de frijoles y mitad de papa, me insistió. Petición incumplida y motivo por el que no conocí personalmente al generoso oculista, pues en esas fechas –agosto de 1977- mis superiores me mandaron a radicar a la ciudad de Xalapa, Veracruz, y dejé de cubrir la ruta México- Tuxpan con intermedio para comer en Tulancingo, por lo que, mi difunto suegro, se vio en la necesidad de ir personalmente, no a llevarle pastes, sino un más modestísimo presente, que le recibió el Doctor con agradecimiento y sincera sonrisa.
La estancia en Xalapa, se acortó a tan sólo cinco años porque me corrieron del trabajo, pero en ese lapso, nos dimos tiempo y fundamos en 1981 con Rosita Parra y Carlos G. García, el ”VECTOR CERO SIETE”, que murió en el intento de comunicar cultura por mi inesperado abandono. En una de las visitas de mi suegro, al finalizar el ciclo escolar de 1982, nos llevó la Revista Contenido de diciembre de 1978, en cuya portada aparece la foto del Doctor y con un texto que a la letra dice:
Increíble:
UN PRESIDENTE MUNICIPAL HONESTO
Con la petición que incluyéramos en el siguiente número del semanario, algo relacionado con su benefactor. Pero una inigualable oferta de trabajo en el D. F., nos obligó a salir rápidamente de Xalapa y nuevamente quedó incumplida la súplica de hacer público el agradecimiento de don Manuel, al distinguido oftalmólogo hidalguense.
Pero no hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague, y treinta y ocho años después, a nombre de las familia Carrillo Fernández, con sangre de los Olvera de Jagüey de Téllez, le agradecemos al Doctor (con mayúscula) Berganza, su generosidad eterna con doña Leonor y millares más de pacientes intervenidos por usted gratuitamente, durante su larga y productiva vida.
Muchas gracias, Dios lo bendiga.
Al contemplar tan elocuente portada, pensamos que era algo de broma, pero al leer el pase a la página cincuenta donde en el cuerpo de la nota, la reportera Elsa R. de Estrada, redacta con veracidad y sustento, una declaración valiente para la época y que servirá tal vez como texto escolar o como ejemplar herencia para el comportamiento de los “servidores públicos” y privados, especialmente para todos los médicos que forman la historia de este país, de lo que debe ser, realmente, la vocación de servicio a la comunidad.
Elsa, reconoce e imprime en su reportaje la enorme diferencia entre los burócratas comunes y corrientes que nos mal atienden tras un escritorio o mostrador, contra la actitud positiva, cordial, honesta y sencilla, de un Hidalguense Distinguido, que vino al mundo en Tulancingo, sí, pero ha atendido excelentemente bien a quién se le acerca y trata a todos con la misma sencillez e interés, sin juzgar apariencias, colores, nacionalidades ni clases sociales, y ha recibido con agrado a cambio de su trabajo, lo que el humilde cliente, a veces descalzo y con harapos por vestimenta, le pudiera pagar, y si le pagan con las gracias y una sonrisa, no hay problema, lo importante es que se alivien.
Un verdadero maestro del comportamiento, de la ética y de la eficacia en todo lo que le ha tocado desempeñar, un mexicano Distinguido y Digno, de alta competencia en su profesión y de alta calidad humana en su trato, ejemplo para todos, mexicanos o no, doctores o pacientes, servidores públicos o contribuyentes.
En el acervo del Archivo Cultural “BENYCA” y Artes 9.com, conservamos como un tesoro, la Revista Contenido de Novedades Editores, correspondiente al mes de diciembre de 1978, de la que era Director don Armando Ayala Anguiano y su reportera firmante Elsa R. de Estrada, donada por el señor Manuel Carrillo Fernández, como un homenaje al Doctor Jorge A. Berganza de la Torre, y cerramos la colaboración con sus propias palabras:
“¡He procurado no hacer mal a nadie, y hacerle el bien a todos!”