Si ustedes hacen ahora una búsqueda en google con el término «naranja mecánica» es probable que encuentren referencias de tres tipos: la literaria, la cinematográfica y la que tiene que ver con la selección holandesa de futbol. Y conforme eeste equipo avanza en las fases mundialistas, parece que ésta última acabará por opacar a las otras dos, por lo menos durante un tiempo.
Lo curioso es que al parecer, la referencia a la selección de Holanda con ese nombre, guarda muy poca relación con el libro de Anthony Burgess y con la versión fílmica de Stanley Kubrick. La novela » A clockwork orange» se publicó en Inglaterra en 1962. Mucho se ha dicho acerca del enigmático título y los juegos de palabras que al parecer Burgess quiso hacer para nombrar la novela, y que encuentran sentido en el lenguaje de que usan los «drogos» – protagonistas centrales de la historia- y que es en sí mismo, una propuesta linguística que marca una época en lo que a referencias contraculturales se refiere.
Entre las diferentes versiones que existen sobre el título del libro, están la de que en realidad se iba a llamar «Queer as colckwork orange» (Tan extraño como una naranja mecánica) o que «orange» en realidad es una referencia a «orangután.» El asunto es que al final, terminó por ser naranja mecánica, porque parecía más coherente con la naturaleza del texto, que representa un aguda y sagaz crítica hacia el condicionamiento y los mecanismos represivos del Estado.
La historia gira en torno a Alexander de Large (quien es interpreatado por Malcolm Macdowell en la versión fílimica) un chico que vive en medio de dos grandes pasiones: el ejercicio de la violencia en todas sus formas y la música de Beethoven. Este estilo de vida lo conduce a prisión donde acepta ser sometido a un revolucionario método para condicionar su cerebro y dejar de sentir placer ejerciendo violencia sobre las personas. El famoso tratamiento Ludovico pronto demuestra su ineficacia cuando de Large debe volver al mundo real, donde todavía tiene cuentas por pagar.
La versión fílmica se estrena en 1972, y es dirigida por Stanley Kubrick. Fiel a su estilo, Kubrick hace el ambiente blanco, limpio, casi transparente, como para que la violencia sea la que ponga los claroscuros en la pantalla. Escenas consideradas hoy – con todo derecho- como clásicos de la cinematografía, son presentadas una tras otra, al grado de que el bombardeo hace dudar al espectador si no será objeto del mismo tratamiento que De Large. La mirada fija de Macdowell con un vaso de líquido blanco en la mano, y su mirada azul, profunda y malvada, puesta sobre tí, no solamente puede uno decir que la recuerda: la verdad es que cuesta trabajo olvidarla.
Y justo dos años después, siendo la película el suceso fílmico que todos conocemos, Holanda llega a la final de Mundial, cuando su estilo de juego, que sorprendía por su mecanicidad y eficacia. En 1974, los comentaristas deportivos apodaron al equipo como la Naranja Mecánica, en alusión a una estrategia de juego casi programada y su uniforme color naranja. Holanda vuelve a protagonizar la final de Mundial en 1978. Pierde en ambas ocasiones.
El caso es que justamente el asunto da para varias reflexiones: en primer lugar, Brugess critica la falta del libre albedrío y las emociones mecanizadas. Y justamente por eso, por parecer una máquina de goles, Holanda ostenta un título que ya es popular desde hace más de 30 años. Contrasta además el uso del color naranja brillante de las playeras holandesas con el blanco y negro minimalista con el que Kubrick viste a De Large. Y al parecer la asociación de ideas se termina con el hecho de que estamos hablando de cosas totalmente diferentes, que tienen el mismo nombre, y que provocan una muy extraña asociación de ideas. Cosas que provoca el futbol, al parecer…