Middle Age Freak; Guadalajara by Freak
Soy el tipo de turista que más sufre: Uno al que le gusta viajar, pero no tiene dinero para hacerlo tan seguido como quisiera. Sin embargo he logrado tener mis escapadas un par de veces al año y uno de mis destinos favoritos es Guadalajara, la segunda metrópoli más grande e importante de nuestro país. Guadalajara, fuente de inspiración para una melodía que Elvis jamás pudo cantar bien.
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Tengo familiares en Guadalajara a quienes, hace muchos años, dábamos por perdidos tras un conflicto muy fuerte. Eso fue hasta que una tía se fajó los pantalones (mucho mejor que la mayoría de los hombres de nuestra familia) y, totalmente a ciegas, se lanzó a su búsqueda en esta ciudad hasta encontrarlos. Tras ello empezaron los viajes a Guadalajara. El primero que hice fue cuando tenía cinco años y como recuerdo tengo una foto mía sosteniendo, cual pequeño Sansón, uno de los pilares del Teatro Degollado.
Actualmente Guadalajara me da la impresión de ser una versión compacta de la Ciudad de México, incluyendo sus municipios aledaños como Zapopan, su Metrobus, su Metro y un aeropuerto que está demencialmente retirado de su zona urbana. Y debo admitir que tal es por esta razón que le he tomado un gran afecto a esta ciudad, un lugar donde puedo hacer todo a lo que estoy tan acostumbrado, en una comunidad diferente.
Guadalajara también ha sido la fragua de donde han surgido varios pilares y punto de arranque para nuestra cultura freak. Podemos afirmar que el movimiento de publicaciones independientes de género fantástico, a finales de los años 90, se dio en Guadalajara. En materia de literatura de género tuvimos la revista Laberinto, editada por Laura Michel, lingüista y la mayor conocedora de Tolkien que he conocido en México. Laberinto también fue el título que tuvo el primer juego de rol generado en México, también en Guadalajara y como parte de la tesis de sus autores, Irma Amézquita y Tonatiuh Moreno. No mentiré al respecto, la mecánica del juego era muy deficiente, pero no dejaba de ser placentero tener un libro de juego de rol generado totalmente en México.
Por el lado de la historieta independiente en Guadalajara tuvimos a Minerva Comics (en honor a la Fuente de la Minerva, símbolo de esta ciudad), un proyecto que presentó y vinculó infinidad de personajes e historias en varios volúmenes que recorrieron la nación, convirtiéndose en ejemplares de colección y siendo superados sólo por el meticuloso (aunque atemporal) trabajo de Estudio Cygnus, en Monterrey. Y hablando de historietas, la Comictlán es de las pocas convenciones del tema que se mantiene activa en nuestro país desde hace varios años, especialmente tratándose de provincia. También es la ciudad natal de Soulkeepers, el comic mexicano más difundido actualmente; y Revolver, tira cómica infaltable para cualquier freak que se respete.
Guadalajara es cuna de nacimiento de Guillermo del Toro (más pegadito a Zapopan) y de Atlantis, mi luchador favorito; además es sede del festival cinematográfico (FICG) más importante del país y de la feria del libro (FIL) más importante de América Latina (y la tercera más grande del mundo). ¿Qué más nos puede ofrecer Guadalajara? Pues comida: Tortas ahogadas, birria, pozole, Coca Cola en botella de vidrio y los helados Dolphy, una cadena de heladerías que hacen los mejores sundaes que he probado. Mi viaje a Guadalajara no está completo si no me como uno.
Cada vez que voy a Guadalajara no dejo de visitar el Hospicio Cabañas para ver sus famosos murales, aunque ya los conozco de cabo a rabo, pero inmediatamente después paso al Mercado San Juan de Dios, justo a un costado del hospicio. Este es el mercado popular más interesante que he conocido. Su diseño laberíntico parece digno de Borges, siendo fácil perderse en cualquiera de sus tres niveles.
De actividades diurnas estimulantes y vida nocturna excitante, Guadalajara es de mis destinos favoritos para viajar. Tal vez sea una versión chiquita de la Ciudad de México, pero tal vez por eso puedo llevarla más fácilmente en la memoria y el corazón.
Middle Age Freak; Cancún by Freak
En algún lado leí o escuché, por televisión o radio, que se referían a Cancún como una ciudad relativamente joven, con menos de 40 años como destino turístico y que actualmente se ha convertido en uno de los lugares más visitados del país, superando por mucho al saturado Acapulco, al malogrado Veracruz y a los sobrevaluados Puerto Escondido y Huatulco. Y no es que Cancún sea mejor que todos estos lugares, pero ha logrado distinguirse y desarrollar un encanto gracias a su falta de identidad zonal.
Durante un par de años mi madre tuvo que trabajar en Cancún, pero antes de que piensen sobre lo afortunada que fue, debo aclarar que ella no es gente de calor, así que fue más un suplicio que un placer. Sin embargo eso me permitió ir a visitarla con frecuencia y así conocer Cancún mejor que otros lugares que he visitado.
Nunca he conocido un destino turístico que viva tanto del mismo como Cancún. Su economía, trabajo y las vidas de sus habitantes giran en torno al turismo. Desde sus niños hasta sus ancianos trabajan en los centros comerciales, abundantes y que representan los atractivos turísticos más visitados por la mayoría de los viajantes, superados sólo por sus playas más populares, la reserva arqueológica de Tulum, los parques y acuarios ecológicos de Xcaret y Xel Ha, el boulevard comercial de la Quinta Avenida en Playa del Carmen y sus islas cercanas; Cozumel e Isla Mujeres.
Durante estas visitas me sorprendió el costo de la vida general en Cancún, con un 10% por ciento de sobreprecio, en comparación con la Ciudad de México, tanto para la comida en un restaurante de cadena o para el refresco de lata en una tienda.
Entonces, ¿por qué nos atrae Cancún de tal manera? ¿Por qué se nos antoja como el destino de playa definitivo en México? ¿Será por esa falta de identidad propia o nacional y que nos permite ser libres de cualquier imagen que necesitemos transmitir habitualmente? Es aquí donde podemos disfrutar una representación de bailes nacionales o un show pirata mientras degustamos una cena de tres tiempos o donde los jóvenes locales (que no acostumbran ir a los antros de la zona hotelera) se reúnen en los Oxxo u otras tiendas de conveniencia, que en Cancún abundan mucho más que cualquier tiendita de la esquina.
¿Y para la comunidad freak que hay en esta ciudad? Sin duda esa misma falta de identidad y las posibilidades para disfrutarla mejor. Perderse un rato en la zona hotelera frente a la entrada del Hard Rock Café o el Coco Bongo; recorrer con ociosidad sus centros comerciales donde se pueden encontrar juegos originales de Playstation 1 a precios que enfurecerían a nuestros comerciantes de Plaza Meave; probar por primera vez una hamburguesa de avestruz (cuyos criaderos abundan en el estado) o la mejor pasta que he probado en mi vida en los pequeños restaurantes que las familias locales improvisan en los patios de sus casas. En Cancún también redescubrí el verdadero sabor del pescado en los restaurantes del Mercado 28 o en Playa Tiburón, en Isla Mujeres, donde su pescado asado con adobo tipo tikin xic me vuelve agua la boca con sólo recordarlo.
Luego de amanecer en los antros, de asolearse y nadar en sus playas, de conocer sus parques y puntos de interés y de recorrer los centros comerciales, sólo queda perderse un rato entre las calles de la ciudad, cuando la tarde sucumba y la noche se asome. Tal vez encuentren precisamente aquello que no están buscando, como una librería de viejo llamada “Needful Things”, nombre que nos remite a la novela homónima de Stephen King. Y en palabras del propio King: “Es muy probable que el lugar donde creciste sea igual a éste. Gente que se acalora por la religión, gente que sufre decepciones amorosas, gente que guarda secretos, gente que alberga resentimientos… e incluso una historia escalofriante de vez en cuando…”