La historia de Gerardo Nieto Manzano es única cómo la de muchos dibujantes, Aldo Bonani, tuvo a bien el entrevistarlo hace poco para La Jornada de Oriente. El ilustrador nacido en Anacatlán de Méndez, Puebla, el 6 de junio de 1956, como casi todos los dibujantes, comenzó a trazar desde una edad muy temprana, pero su ingreso al profesionalismo en esta actividad fue producto de una coincidencia impensable incluso para el más audaz guionista de cómic, pues fue vendiendo libros de puerta en puerta como llegó a conocer Joaquín Mejía(Hermelinda Linda, Menudo), su primer maestro de dibujo.
Yo vendía libros de casa en casa, y una vez, en Tlanepantla, en la ciudad de México, vi una casita que no tenía muy buena pinta, toda descascarada y dije ‘aquí no voy a vender nada’, pero les hice la presentación de los libros, porque era una forma de control, y resulta que en esa casa vivía el hijo de don Joaquín Mejía, que era el que hacía el Hermelinda linda, y así, luego luego, tenía unos dibujos, y pregunté: ‘quién los hace’. ‘Los hace mi papá’, me dijo, y luego me preguntó: ‘¿tú dibujas?’. Le dije: ‘pues sí, me gusta’. ‘Mi papá anda buscando ayudante’, me dijo.
Semanas después, Gerardo Nieto Manzano, por aquel entonces de unos 18 años de edad, comenzó su adiestramiento. Joaquín Mejía lo puso a copiar de revistas y le enseñó la utilización del proyector de cuerpos opacos para dibujar.
“Me enseñó a calcar para irme adentrando”, narró. “Me decía: ‘tus cuadros no los dibujes; ya después, con la práctica’, pero yo me ponía a intentar hacerlos. También había otra muchacha que le ayudaba. Ella nomás calcaba y ya, pero yo trataba de hacerlos.
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