Dir. Tatiana Huezo
Reparto: Mayra Batalla, Guillermo Villegas, Norma Pablo, Olivia Lagunas
Ni qué decir que se trata de una cruda película que narra – una vez más- la terrible realidad de los entornos cada vez más violentos en que vivimos. Historias necesarias para entender que la vida es un entretejido de vivencias y de que, a pesar de estar bajo la metralla, todavía quedan sueños, dulzura y esperanza.
La película fue muy bien recibida en el Festival de Cannes 2021, donde se llevó una mención honorífica en la sección Una cierta mirada. También se trata de la cinta que competirá representando a México, en la categoría de mejor película internacional en la próxima entrega del Oscar. Esas ya parecerían buenas razones para verla, si no fuera porque más allá de los premios, están estas historias que merecen llamar la atención y ser contadas.
Inspirada en la novela “Laydidi” de Jaennifer Clement y apoyada en su propia – y reconocida- trayectoria como documentalista, Tatiana Huezo nos acerca a las historias de las mujeres en la sierra de Guerrero, en donde ocultan a sus hijas del secuestro cavando fosas bajo la tierra. Las niñas saben desde muy pequeñas que sólo sobrevivirán si se anulan, se entierran, renuncian a su feminidad y hacen lo que les dicen.
Esa mirada de las niñas a través de sus juegos, la escuela, los quehaceres cotidianos estando en medio de una guerra que no comprenden, es la esencia de la película. A través de la pantalla, las miramos crecer un poco, y entendemos lo doloroso que debe ser el proceso de ir comprendiendo la realidad de un futuro incierto, lleno de peligros y sumido en la tragedia.

Para contarnos eso, Tatiana Huezo se vale de recursos asombrosos para que seamos sorprendidas/os del otro lado de la pantalla. Hay mucho simbolismo y magia en las imágenes desde los insectos, hasta los campos de amapolas, mudos testigos de estas vidas que están todo el tiempo entre la simplicidad, el miedo y la desesperanza.
Ni qué decir que lo que vemos en la pantalla duele. Ni qué decir tampoco que se siente la impotencia de no poder mantener la sonrisa y los sueños de las niñas en este mundo tan descompuesto, donde vemos que para muchas de ellas, crecer es poder comprender y eso acaba doliendo más.
Una de esas películas que se están volviendo necesarias, que humanizan y conmueven, pero también desgarran Esas que hay que mirar con los ojos bien abiertos, sin mirar hacia otra parte intentando fingir que no está pasando nada.