Norma Lorena Loeza
Parasite. Corea del Sur, 2019.
- Dir: Joon-ho Bong
- Reparto: Kang-ho Song, Sun-kyun Lee, Yeo-jeong Jo, So-dam Park y Woo-sik Choi
El salto cualitativo que ha dado el cine coreano en los últimos años es poco más que sorprendente. La capacidad de narrativa de directores nuevos está comenzando a llamar la atención del mundo y la crítica, como sucede con esta película, de la cual podría decirse que no necesita más presentación que la de mencionar que fue la ganadora de la Palma de Oro en el prestigioso Festival de Cannes en su edición 2019.
Escrita y dirigida por Joo-ho Bong (Okja, 2017), la cinta resulta una combinación entre comedia negra, suspenso y crítica social – bastante ácida, por cierto- que provoca toda una suerte de emociones mezcladas que van de la carcajada a la sorpresa, sin concesión alguna. Es difícil clasificarla, pero no entenderla, porque tristemente es un relato que nos suena familiar a pesar de que sucede del otro lado del mundo.
La cinta cuenta la historia de dos familias, que viven en polos diametralmente opuestos. La primera, vive de hacer trabajos de maquila, en un sótano insalubre y con muchísimas carencias. Un día – un golpe de suerte dirán algunos/as- el hijo mayor consigue trabajo como maestro de inglés particular para la hija de una adinerada familia. Logrando convencerlos de que es una persona digna de confianza, el joven consigue colocar a toda la familia al servicio de esta casa de clase alta, a base de mentiras, fraudes y falsificaciones.
Lo que en principio parece una comedia de enredos, termina por complicarse a tal punto, que la tensión se vuelve difícil de contener. Al filo del asiento, el espectador/a no puede menos que esperar el desenlace, que de ningún modo es predecible.
Joo-ho Bong logra un relato de la desigualdad descarnado, profundo y sobrecogedor. Filmada en diferentes planos, no tiene concesiones con nadie para señalar la realidad de quienes viven en ambos lados del espectro. Realidades distintas deshumanizadas y lejanas unas de otras, en donde la empatía no existe, ni de un lado ni del otro es la materia prima de lo que vemos en movimiento en la pantalla.
Con una impecable concepción del relato propiamente cinematográfico, el director cuenta su historia en medio de detalles casi imperceptibles de lo que espera al final. No hay juicios morales en ese trayecto, sino el lógico desenlace de las acciones, sin tratar nunca de justificarlas haciendo uso de una máxima moralista.
Sucede lo que sucede porque vivimos las contradicciones propias de la desigualdad a cada paso. La profunda brecha social y económica que separa a los personajes, es la misma que existe a la vuelta de la esquina en las ciudades en que vivimos. Una Corea que no conocíamos y que sin embargo, nos acerca a la crónica viva de nuestras propias condiciones de vida. Una de esas joyas cinematográficas que no hay que dejar de ver para después analizar y reflexionar con los ojos bien abiertos.