Ante la reciente aparición de las (malas) cifras oficiales de espectadores que ha tenido el cine español y las pantallas españolas durante el año 2008, le ha sucedido un elevado número de declaraciones de reputados personajes que han puesto de nuevo el grito en el cielo cuando han sido interpelados por el mal momento de nuestro cine.
En primer lugar, continuamos siendo -a pesar del momento aciago por el que atraviesa el sector inmobiliario- el mayor país europeo en número de macro complejos cinematográficos (megaplexes). Somos igualmente, no conviene olvidar lo, uno de los cinco países con las entradas más caras de toda la UE en relación al PIB por habitante (¿existe otra manera como pretenden algunos conspicuos empresarios de cine de realizar esta medición?).
En cuanto a la asistencia al cine durante 2008, España es después de Francia, Reino Unido y Alemania el país europeo con mayor número de espectadores (107,8 millones). Ahora bien, hemos observado como en los últimos cinco años, nuestro país ha perdido 36,1 millones de asistencias, un 25% del total. Esta sensible disminución, debemos subrayarlo, no ha tenido lugar en ningún otro país de la UE. Es más, otros mercados como es el caso de Irlanda, Dinamarca, Holanda y Finlandia han atraído en 2008 más público que el año anterior.
El declive español no corresponde, por tanto, como han tratado de convencernos, a una suerte de recesión mundial. Y, si bien, en mi opinión al menos, el retroceso de la exhibición en sala sea imparable, por causas que ya hemos apuntado en esta tribuna, el caso español no tiene parangón alguno en el territorio europeo.