Por Lupita y José Alberto, Corresponsales de Artes 9.com, en el Edo., de Hidalgo.
Desde estos cálidos llanos de Zempola, Hgo., y con motivo del Día del Niño, Lupita y el que escribe -quienes algún día fuimos también infantes-, queremos recordar los juegos que nos divirtieron e hicieron más llevadera nuestra niñez plagada de carencias, pues por ser de la generación transitoria entre los juegos infantiles, las rondas y los juguetes tradicionales a su radical cambio a la televisión, parecería que los juegos y los juguetes del antier ya los sepultamos y como no nos parece justo que los niños de esta generación internáutica no tengan ni la menor referencia de las añejas diversiones, nos permitimos en “agobiante” ejercicio mental recordar y pergeñar, algunos:
Qué les parece si empezamos con Doña Blanca que está cubierta de pilares de oro y plata, Matarile- rile- rile, Matarile- rile – ro, en donde los de adelante corren mucho y los de atrás se quedarán, tras, tras, tras. La Huerfanita, El Lobo, El Coyotito a dónde vas… Mambrú que se fue a la Guerra, qué dolor, qué dolor, qué pena. Don Pirulí, así las hilanderas, así, así, así. La Pájara Pinta sentada en su verde limón, La Viudita de Santa Isabel, San Serafín, María la Pastora, La Roña, Los Encantados, El Bote Pateado, El Burro Tamalero, A la Rueda de San Miguel, A la víbora de la mar, por aquí pasó el nahual, con sus alas de petate y sus ojos de comal. Al Ánimo, Juan Pirulero, El pan caliente, Milano no está aquí, está en su vergel… A Madrú, señores, Hilitos, hilitos de oro que se me vienen cayendo… Naranja dulce, limón partido, dame un abrazo que yo te pido y medio ciento de rondas más, incluyendo la Muñeca vestida de azul y sin olvidar los Cuentos de Nunca Acabar…
Tampoco olvidamos que teníamos juguetes, sencillos, rústicos, elaborados por nosotros mismos o con la ayuda de algún adulto, pero como juguetes que eran, nos entretenían y divertían, jugábamos a las canicas, a los huesitos de chabacano para la matatena o el hoyito en la tierra. Con las pelotas de esponja recién inventadas o de tenis, ensayábamos la puntería en el juego de los quemados. El bolillo, juego elaborado por nosotros con varas de eucalipto. Las resorteras para matar dos pájaros de un tiro. La reata para echarnos un chile, mole, pozole, y qué tal la pelota ya ponchada, para jugar unas coladeritas y el que mete el último gol gana.
El balero, comprado en el tianguis elaborado en madera o de fabricación casera con un bote de leche evaporada y un palo de paleta, los carros de materiales para construcción fabricados con una lata de sardina y ruedas de corcholatas, porque para jugar en esos tiempos faltaban los juguetes y dinero para comprarlos, pero sobraba la imaginación. Cómo olvidar los trompos, los tacones de los zapatos viejos, para jugar “rayón y teco”, los aros metálicos de los barriles de 200 litros, que con un palo algo largo, le dábamos de vueltas y esto era correr y correr dirigiendo el aro, la malvas el heno amarillo como fideo, y los cartones de caja de zapatos cortados en rueda para la comidita, con su postre de pastel de lodo que te tenías que tragar para ser buen marido, además cuidar la muñeca de cartón o de trapo, en tanto las “mamás guisaban”.
Las niñas y niños que tuvieron la suerte de nacer ricos, tenían muchas pelotas, muñecas de “carne” (de vinyl), de sololoy (plástico duro) o negritas. Conejos o perros de peluche, juegos de té, patines de ruedas de balines, patines del diablo, carros de pedales, bicicletas, triciclos, aviones de lámina carros de lámina con soldados o de madera con muñecos para jugar boliche y hasta trenes eléctricos y rifles de aire.
El Señorón Epigramista Manuel Campos Díaz y Sánchez, respondió con un epigrama que conservamos como un tesoro y ahora les comparto, a la pregunta de ¿a qué jugaba de niño?, epigrama publicado en la Revista Comunidad Conacyt, agosto-septiembre de 1982:
¿Mis juguetes preferidos…? Los de mi niñez remota, en aquellos tiempos idos:
un trompo y una pelota, un carrito de madera, las canicas, un balero,
un aro, una resortera, aeroplanos de papel, papalotes de colores,
hechos con todo cariño; juguetes no hubo mejores en aquella infancia hermosa,
cuando con candor de niño ¡era juego cualquier cosa!