Por Norma Lorena Loeza
Roma. México USA (2018)
- Alfonso Cuarón
- Reparto: Yalitza Aparicio, Marina de Tavira, Nancy García, Verónica García, Diego Cortina Autrey, Carlos Peralta, Marco Graf, Daniela Demesa.
La película Roma de Alfonso Cuarón, es ya uno de los acontecimientos fílmicos del 2018, no solo en México, sino en todo el mundo. Ello no solo tiene que ver con la película en sí misma, sino en los debates alrededor de ella, como por ejemplo la necesidad de nuevos modelos de negocio y distribución, el racismo y la discriminación hacia Yalitza Aparicio – la actriz principal- y la discusión acerca de los derechos de las trabajadoras domésticas.
Pero también es importante hablar de la cinta en un ámbito estrictamente cinematográfico. El público se va a encontrar con un melodrama intimista y cercano, que sucede en los años 70 en México y que tiene como protagonista a una familia de clase media en la Ciudad de México. La historia es simple, la problemática de estas mujeres pobres, de origen indígena, trabajadoras del hogar en la gran ciudad. Aspectos como la discriminación, la pobreza, la falta de opciones y de derechos para estas personas que son “como de la familia” son sin duda algunos de los temas que la película aborda, siempre desde la mirada de dos tipos de mujeres: las de clase media y las mujeres pobres.
La película aborda estas dos realidades de mujeres distintas, siempre destacando que a pesar de que viven bajo el mismo techo, que se tocan, y viven juntas, en realidad se desconocen en muchos ámbitos. Se trata de una solidaridad basada en la convivencia, pero de muy poca comprensión de fondo. Al final la película nos trae el doloroso recuerdo de lo que ha sido para muchas mujeres vivir en un mundo tan excluyente. Es duro recordar que no hace tanto tiempo, la visión colectiva acerca de las mujeres, la maternidad, el trabajo doméstico o el matrimonio era basada en el tipo de relaciones de poder.
Al fin melodrama, la película termina con final de resolución y sugerencia de cambio y transformación que sin duda la hace consecuente con su propia propuesta, incluyendo un dejo de romantización de la pobreza que forma parte del género mismo.
El gran acierto sin duda de la cinta, puede que no sea el guion – ¿cuántas historias de muchachas pobres en la ciudad hemos visto?- sino que está construida alrededor de una cinematografía grandiosa, con un recreación impecable de la época, que incluye programas de tv, marcas de productos, lugares. Es poder mirar en la pantalla las propias imágenes de la infancia de Alfonso Cuarón y reconocerlas como parte de una historia colectiva. Y es difícil sacarse las imagines de la mente, una vez que ha concluido la película. Aquí juega un papel fundamental el blanco y negro y las decisiones de encuadre, que toma el propio director de la cinta.
Sin embargo, tampoco se trata de un álbum familiar con movimiento, en realidad resulta el doloroso recuento de nuestros actuales prejuicios. La crudeza de estos recuerdos es quizá lo que mejor conecta con el público y es triste reconocer que ese México está lejos de transformarse del todo.
La película estará en algunas salas antes de su estreno mundial en Netflix, y sin duda merece ser vista y comentada, ya que aunque parezca cliché, más allá de los premios y las estatuillas, es el público es el que tiene la última palabra.