Spencer. Reino Unido, Alemania, USA, Chile (2021)
Dir: Pablo Larraín
Reparto: Kristen Stewart, Sally Hawkins, Timothy Spall, Sean Harris.
Las biopics se han convertido en una gran inspiración cinematográfica para los grandes estudios, quizás como la única apuesta sólida para hacer cine original alejado de los refritos y de la cada vez más evidente crisis de contenidos hollywoodense.
Ya no es extraño encontrarnos cada año en las listas de lo más destacado – e incluso premiado- una película acerca de la vida de algún icono pop, una figura conocida y mundialmente famosa. Así vimos biopics de Freddie Mercury, Elton John, Judy Garland, entre otros, que gozaron de salas llenas y numerosos premios.
Es por eso tal vez, que una biopic de Lady Diana Spencer (en algún tiempo princesa de Gales) contaba con todos los elementos para llamar la atención tanto del público como de la crítica: no hay nadie en la realeza más famosa que ella, tuvo una vida de glamour que culmina con un accidente trágico, además de que poseía una belleza arrebatadora, como para aderezar la historia triste de un cuento de hadas moderno.
Quizás por ello, Pablo Larraín no se la piensa dos veces, es claro que sólo de ver la audiencia generada por The Crown en Netflix y el revuelo que causa el nombre de la princesa y sus hijos en la prensa y las redes, seguimos estando ante un fenómeno mediático que todavía tiene interés para el público de todo el mundo.
Sin embargo, más allá de una excelente caracterización y personificación de Kristen Stewart y una fotografía cuidada y artística, la verdad es que la película no logra contarnos nada nuevo, ni develar nada sorprendente respecto al drama de Diana Spencer durante su matrimonio con el Príncipe Carlos.

La película se ocupa de tres días durante una Navidad de la familia real británica, en un momento en que Diana Spencer se desmorona ante las infidelidades de Carlos y la frialdad que le prodiga la familia real.
Un drama que nos muestra lo que seguramente ya sabíamos: un castillo puede ser prisión cuando se es infeliz, y el cuento de hadas que, quizás ella misma se creyó cuando todo el mundo la vio casarse con un príncipe, no la salvaron de una vida asfixiante y cruel.
El problema de la cinta es precisamente ese, a pesar de que se nos advierte que la historia es ficción, en realidad no encontramos las razones para empatizar con el personaje, y no porque el ser una esposa engañada no parezca material suficiente para un drama, sino porque no ofrece ningún giro de tuerca que nos obligue a mirarlo de otro modo.
Total, que los elogios a la cinta se deben más que nada al trabajo de Stewart, quien nos regala una Diana de Gales convincente, y a un Pablo Larraín ejerciendo el oficio de cineasta. Todo lo demás, incluido el fantasma de Ana Bolena, es claro que responde al deseo de redondear el mito, pero no ofrece nada más. Al final resulta que sólo comprobamos que las princesas también lloran y creo que para eso, no hacía falta ver la película.