Por Norma Lorena Loeza
USA. (2017)
- Dir: Matt y Ross Duffer
- Cast: Millie Bobby Brown, Finn Wolfhard, Noah Schnapp, Gaten Matarazzo, Caleb McLaughlin, Winona Rider, David Harbour.
En plena temporada de Halloween, Netflix estrena su muy esperada segunda temporada de la serie Stranger Things, que ya se perfilaba como todo un éxito y una de las favoritas de la audiencia.
Altísimas expectativas generadas por avances y trascendidos, pueden ser un arma de dos filos, y de hecho puede que esta nueva entrega no cumpla con lo que su ya enorme fan community esperaba. Sin embargo, la serie tiene aciertos y desaciertos que por lo pronto, generan la suficiente expectativa para esperar una tercera temporada.
En general, esta segunda temporada conserva lo que a la comunidad de fans nos gustaba: claras referencias a autores como Stephen King, John Carpenter, Steven Spielberg, George Lucas. La metáfora del miedo a crecer en medio de peligros reales y la materialización de nuestras peores pesadillas, permanece y de alguna manera se amplía a nuevos derroteros, como el conflicto con la autoridad adulta, la competencia por la chica, el amor y el desamor.
De hecho, pasada la novedad de la primera entrega, los hermanos Duffer deciden abarcar más de estos conflictos adolescente que viven los personajes centrales. Esta segunda entrega es en realidad una especie de elogio a para parias, frikis, nerds, raros/as. Fieles a sus influencias, la serie abunda más al estilo King en el aterrador espíritu adolescente y en sus metáforas con los monstruos reales, pero también con los imaginarios y los colectivos.
En realidad la moraleja es sencilla: las personalidades frikis nunca la hemos pasado bien, ni en los ochentas, ni ahora y puede que nunca. Sin embargo, son las únicas personas que pueden entender las amenazas complejas que acechan el mundo. Un elogio sutil, pero que existe a lo largo de la serie y se agradece.
Por otra parte la serie avanza muy poco en historia, lo suficiente como para saber que la amenaza no ha sido conjurada y que Will sigue siendo la pieza que conecta ambos mundos. Eleven enfrenta al mundo real en todas sus dimensiones, empezando a tomar decisiones que no siempre son acertadas. El triángulo amoroso que tiene como centro a Nancy, se mantiene y en momentos se agudiza.
Hay nuevos personajes, que parecieran desestabilizan un poco los contrapesos actorales, pero al final se integran sin mayores aspavientos, como la inclusión de la misteriosa chica “Mad Max” y el nuevo novio de la mamá de Will (Winona Rider), que interpreta Sean Astin. Su aparición no modifica tampoco la dinámica de la serie y en realidad alarga algunas situaciones pero llegamos siempre al mismo punto: misterios sin resolver que solamente algunas personas conocen y pocas entienden.
Netflix demuestra así que es competencia para la oferta de distribución y que la industria del entretenimiento está cambiando. También que un homenaje o un “remake” puede hacerse de muchas formas, y que la sola nostalgia no alcanza si no se planea un proyecto con la suficiente creatividad. Ojalá Hollywood y la industria en general, estén tomando nota.