Por Alvaro Pons
O más exactamente, el 50% de Superman, ya que el juez Stephen Larson, del Central District de California, ha sentenciado que Action Comics #1, la primera aparición de Superman, no fue un trabajo de encargo y, por lo tanto, la mitad de los copyrights corresponden a Jerry Siegel. Una compleja y larga sentencia de más de 72 folios, que puede influir de forma importante en el futuro del personaje más famoso de los tebeos americanos y, por ende, en el cómic mainstream americano. En principio, sólo se le reconoce a los herederos el derecho a cobrar copyrights de forma retroactiva desde 1999.
Aunque es evidente que DC recurrirá la sentencia, abre toda una serie de incógnitas. Aunque el reconocimiento de derechos sobre los copyrights no afecta al aspecto creativo, que sigue bajo el férreo control de la DC, esta sentencia puede afectar a cualquier proyecto donde se involucre a la franquicia estrella de la editorial, comenzando obviamente por las futuras películas de Superman o donde aparezca el personaje. A lo que hay que añadir el extraño futuro que se avecina, ya que en el 2013 revierten los derechos del depositario del 50% restante de los derechos, Shuster, que si bien murió sin herederos directos, es representado por su sobrina. Esto implicaría que DC perdería definitivamente los derechos del personaje, por lo menos hasta 2033, cuando pasase al dominio público.
Evidentemente, la cosa promete ser larga, en un infinito rosario de recursos y contrarecursos. Y lo más importante: vistos los pingües beneficiosde las adaptaciones cinematográficas, más de un heredero de aquellos creadores que dieron vida al universo DC (y Marvel), pueden ver ahora como muy rentable el luchar por el reconocimiento de derechos.
Lo triste es que esta lucha por el reconocimiento de los derechos de los autores parte de un grave error. No se está luchando por unos principios, por un concepto tan legítimo como el del reconocomiento de la autoría de una obra, sino por los beneficios que pueden dar las adaptaciones cinematográficas. Mientras no ha existido un buen pellizco detrás de esta lucha, los autores le han importado un pimiento a los herederos, a las editoriales y al resto del mundo.
Triste, pero así está el mundo.
Quedémonos con lo bueno: que se le reconoce a los autores su autoría.