Sin lugar a dudas, Alan Moore es el escritor mas reconocido por cambiar el rostro del mainstream del comic book gringo. Con una pasión fanática por los superheroes que leyó desde su infancia en su natal Northampton, Inglaterra y una extrema inteligencia autoral, Moore poco a poco a ido consolidandose como una especie del no plus ultra del medio historietístico internacional. Las polémicas sobre su creencia en el dios Glyco, su rollos de mago alquimista y sus disputas legales por derechos de autor poco o nada tienen que ver con lo fenomal de su ilustre carrera como guionista de comics, quizá el más influencial junto al Stan Lee de los sesentas (de quién quedara la polémica de realmente que tanto escribía bajo su metodología conocida como el Marvel Way of Writting).
Aunque empezó en los linderos de la profesión como caricaturista, bajo los pseudonimos Curt Vile y Jill de Ray, fue con la tira cómica Maxwell the Magic Cat con la que Moore pronto se reconoció torpe y lento para el asunto de dibujar, y decidió dedicarse a la venta de scripts para revistas inglesas como la Warrior y Marvel Uk, siendo su mas popular trabajo hasta 1980 The Ballad of Halo Jones, seriada en la fundamental 2000 A.D. En sus trabajos Moore gusta de aplicar tesis que cuestionan, desmiembran y reconstruyen los fundamentos del género que decide tomar, siempre con una estructura muy sesuda y racional, construyendo sus tramas a modo de ralentti para dar peso emocional a todo su cast de personajes. En V for Vendetta, originalmente serializada en 1980 para la revista Warrior, Moore plantea una oposición de contrarios in extremis; por un lado la totalitaria Inglaterra al mas puro estilo de Orwell, y por el otro, el individuo anarquista V quién no solo no sigue la norma, sino que la destruye. Ya en medio de esta narración, se dejan perfilar algunas de las características mas recurrentes del barbón como autor: experimentos estructurales y de forma (la narración a partir de notas musicales, por ejemplo) o el dedicarse a darle voz y profundidad a un amplísimo cast de personajes secundarios.
Después vendría su segundo gran reconocimiento, y el que le valdría la atención de Lein Wein, editor de DC Comics, para que diera el salto al mercado norteamericano: Marvelman. Moore retomo un concepto de los 50s, un fusil británico y barato del Captain Marvel de CC Beck cínicamente rebautizado como Marvelman, y lo condujo a una modernización apabullante, donde conceptos absurdos como la palabra mágica «kimota» o el Doctor Gargunza son reconstruidos con una sordidez algo fundamentada en la idea del superman de Nietzsche. En palabras del propio Moore, Marvelman fue su intento por cuestionar la convención del (super)heroe rubio, ojiazul, carismático pero con la improbable capacidad de ejercer con nítida ética su poder absoluto.
Ya en los reinos de la DC Comics, Lein Wein confío su bebé favorito, Swamp Thing, al recién llegado británico. Moore logró un comic de terror como ningún otro hacía ese momento: protagonizado por un hombre-planta que merodeaba los linderos filosóficos y espiritistas de la vida y la muerte, la relación del ser humano con el cosmos, o la escencia pura del amor. El Swamp Thing de Moore, dibujado por los excelsos Steve Bissette y Jonh Totleben , fue la génesis de lo que sería el sello adulto Vertigo de la DC, y bajo cuyo modelo comenzaría el Sandman de Neil Gaiman y Hellblazer, creado por Moore pero escrito por el genial Jamie Delano.
Después vendría la propuesta de trabajar con los personajes de la Charlton, y es cuando junto a Dave Gibbons, Moore conceptualiza lo que conoceremos como Watchmen. Ya curtido de la exploración del género superheroico con Marvelman, Moore se adentra en su tema recurrente, el posible aniquilamiento nuclear, tomándolo como metáfora de la relación de los superheroes y su relación moral con el poder. El éxito de Watchmen fue tal, que para un siempre rebelde y liberal Moore derivo en dos cosas: el exiliarse a su natal Northampton lejos del los excesos del fandom gringo (dejando de asistir a convenciones y demás) y el darse cuenta de como, básicamente la DC Comics le vio la cara con los contratos de Watchmen y la reimpresión de V for Vendetta. Moore, junto al también exitoso Frank Miller de The Dark Khigth Returns, abandonó DC Comics, dejando en su cajón el Twilight of Superheroes, un concepto que la DC ha reciclado hasta el infinito en la forma de Kingdom Come o Final Crisis.
La fama de quisquillosidad y excentricidad que Moore se ha ganado desde entonces le ha convertido en una figura legendaria, cuasi un Stanley Kubrick de los comics. Sin embargo, habremos de notar que pocos son los autores que como Moore han decidido llevar hasta la última de las consecuencias sus ideas y ética profesionales. Después de su éxodo del mainstream, Moore fundo Mad Love Publishing, de la cual solo salieron dos números (de doce) de Big Numbers junto a Bill Sienkiewicz y algunos títulos no muy atinados. La incapacidad de un mentalmente desbalanceado Sienkiewicz, más la no muy afortundada dirección empresarial del barbón, hicieron de Big Numbers y Mad Love Publishing un estruendoso fracaso. En este periodo, 1989 a 1991, Moore comenzó dos series que tardarían cerca de 10 años en ser finalmente completadas, From Hell, dibujada por Eddie Campbell para Taboo de Kitchen Sink, y Lost Girls, pintada por Melinda Gebbie.
En este periodo es cuando a Moore también le dio por dar un salto mediático, de guionista de comics a escritor de novelas, con Voice of Fire, llegando a declarar que para su cumpleaños número 40 se retiraría permanentemente de los comics. La novela no pegó del todo, Moore no se convirtió en el siguiente Stephen King y aun así tenía que seguir ganandose la vida, y fue cuando no pudo evitar resistirse a escribir para sendas series patentes de Image, como Youngblood, Supreme, Wildcats y algún spin-off de Spawn.
Ahí es cuando Jim Lee le tiende la mano para fundar ABC Comics, bajo el auspicio Wildstorm, marcando esto un regreso indirecto, discreto y poco convencional al cobijo de DC Comics. Su calidad como escritor mainstream resurgió en la línea de comics que incluía a Tom Strong, y sobre todo, Promethea. También publíco ahí League of Extraordinary Gentlemen, dibujada por Kevin O´Neil, quizá su serie mas reconocida desde Watchmen. Además, comenzó a cosechar los frutos de labores autorales de verdadero amor: finalmente From Hell fue completado como un album de edición independiente de Campbell Comics, ganandose dicha obra el justo calificativo de obra maestra.
Si bien Alan Moore es un ser humano como cualquiera, el hacer de menos su labor seminal en el meollo del mainstream comiquero es como querer hacer de menos la influencia de un Einstein en la física moderna, o de un Kubrick en el cine. A diferencia de un más socabado Neil Gaiman (quién reconoce al barbón como su mentor), Moore nunca se ha conseguido un agente que le consiga brincar a otros medios con algo de éxito. Como escritor de genio, a diferencia de un Grant Morrison, Moore sigue siendo un escritor cuya principal virtud es la exploración de la estructura narrativa combinada con su erudición por los temas que trata (quién diga que Alan Moore no es un genio, le reto a que intente presentar un esquema sencillo de lo que es From Hell), sin inmiscuirse en las trampitas del post-modernismo; a diferencia de un Mark Millar, Moore sigue escribiendo comics con substancia y no como reconceptualizaciones que parecen guiones ilustrados para películas de alto presupuesto. Cuando Moore se pone en plan introspectivo, de alquimista, resulta una especie de instalación derivada en un par de comics adaptados por Eddie Campbell, The Birth Caul y Snakes and Ladders, los cuales son una exploración autobiográfica de su propia vida y postura antes la misma.