¿Puede el medio del comic devenir en verdadero arte? De por si, en el término general de la pregunta ya hay un enjambre de opiniones y polémicas, desde lectores que aseguran que los «comics son solo comics» hasta quién dice que la única aspiración del medio como arte es cuando Roy Lichenstein presento sus sátiras pop en los sesentas pasando por aquellos estudiosos que citan a Maus como un irretractable ejemplo de la pertinencia cultural del comic en tiempos modernos. Sin embargo, la cuestión se polemiza aún mas si de la generalidad del medio comiquero particularizamos en un solo género narrativo del mismo, el más propio y singular, el de los superheroes.
Para contestar a ello, supondremos el término arte como un objeto cuyo discurso resulta pertinente más allá del contexto que lo género; que logra transmitir un mensaje polisemico que no deja indiferente al lector o espectador del mismo. Y sí, hay estudiosos que diran que dentro de los superheroes, hay trabajos con realce artístico ya sea por elevar el género a visiones metafóricas muy particulares (pensemos en Jack Kirby, en especial los New Gods), por dotarle mas de dos o tres artilugios narrativos al lenguaje historietístico (pensemos en Will Eisner con The Spirit, o Jim Steranko con su Nick Fury) o anclarlos en problemáticas sociales de su tiempo (Kevin O´Neal y Neal Adams con Green Lartern/Green Arrow). Sin embargo, en la naturaleza del consumo inmediato de este tipo de géneros, donde por décadas los mismo personajes se reciclan una y otra vez para seguir siendo vendidos bajo la misma fórmula de evasión, también cabe la validez de aceptar el argumento de «solo son comics»; sobrio entretenimiento, pues.
Pero, al margen de la polémica entre fans y estudiosos, una cosa es segura: bajo una postura de «solo son comics (y/o superheores)» ninguno de los autores mencionados hubieran logrado sendas obras que a la fecha son admiradas y resaltan por su cualidades únicas en un océano de evasión formulática. Si después de Kirby y Ditko aun quedan dudas de esto, Alan Moore y Dave Gibbons las disipan de forma expedita, magistral y devastadora con Watchmen.
Watchmen no es un comic que revoluciona el género del superheroe; ni siquiera lo revindica de su calidad de material de evasión. Más bien, Watchmen es el único comic de superheroes que a reformado hasta las raices las bases del género, deconstruyendolo de una forma tan soberbia que las convenciones mediaticas y de consumo quedan aniquiladas. Vaya, para muchos la lectura concreta de Watchmen represento el fin de los superheroes: despues de leer Watchmen, donde en tan solo 12 números se cuenta una historia repleta de personajes y circunstancias genéricas de una forma concreta y magistral, es difícil que uno quiera seguir dando sustento de credibilidad a que Peter Parker solo ha envejecido uno diez años desde 1963, o que cada diez años hay una crisis espacio/temporal que resetea a todos los personajes de la DC en un contexto actual, o que el primer team-up de Iron Man con el Capitan América tiene alguna importancia mínima en nuestra historia personal como lectores y personas.
En tan solo doce números, Rorschach, Nigh Owl, el Comediante o el Dr. Manhattan cuentan su historia con un arco dramático genial e inovildable; se quedan labrados en la conciencia del lector quién ha sido confrontado con lo pusilánime de la evasión de las supermallitas con sendos horrores reales, como la mutilación de una niña inocente o un holocausto nuclear. Una de las pocas ventajas del contrato con Moore y Gibbons, es el de que el material no volvería a ser tratado para spin-offs, secuelas, precuelas o demás: no hace falta. Todo lo que quiere ser dicho por los personajes, es dicho en el TPB.
Esto, ya de por sí, convierte a Watchmen en una especie de milagro termodinámico, tal cual lo explica el Doc Manhattan: «un evento tan improbable como la transmutación espontánea del aire en oro, un milagro». Sí bien el Doc Manhattan tiene el don de ver el pasado, presente y futuro como una sola sucesión de eventos, donde no tendría ninguna sorpresa en los acontecimientos (pensemos que sorpresas nos depararía el título de Batman en 10 años), él mismo con toda su omnipotencia al final tiene que reconocer dos cosas: que el hombre mas listo le ha generado una ruptura en su percepción total de las cosas, sorprendiendolo, logrando una reforma al pleno de la humanidad que ni el superhombre pudo ver venir, y que esa misma humanidad, con sus altibajos más crudos (Rorschach), sus vanalidades (Night Owl) o sus llanas incongruencias del amor (Silk Spectre a final de cuentas si amaba a Edawrd Blake), hacen de cada ser humano un milagro espontáneo, único y valioso.
La genialidad tras el Doc Manhattan como personaje no es que su aparición como superhombre transformo la realidad que le rodeaba, sino que bajo su condición de superioridad y cuasi infinito poder, Jon Osterman practicamente termina siendo un testigo omnipresente de las minucias de esos pequeños seres humanos que concretan su vida día a día. Así, el vacío nihilista de Rorschach al menos ha sido narrado, mientras que lo «duro, cínico y obscuro» de el Comediante se ve reinvidicado por un sencillo acto de amor: la procreación de una hija.
Todo esto suma en Watchmen una inequívoca obra maestra de arte, que traspasa el género de los superheroes y el medio comiquero. Son poquísimos ejemplos en cualquier medio de quienes saben utilizar los fundamentos de un genero narrativo para contar y explicar cosas que no podrían ser entendidas de otra forma: Solaris, de Stalinavs Lem, el cubismo de Picasso o Braque, El Espejo de Tarkovsky, Memento, de Cristhoper Nolan, La Trilogía de Nueva York de Paul Auster, Rayuela de Julio Cortazar, Ficciones de Jorge Luis Borges o hasta el propio Quijote de la Mancha de Cervantes, por mencionar una brevísima lista que perfectamente puede ser clasificada junto a los Watchmen para estudio y/o agasajo de quién aun tenga alguna capacidad de asombro.
Luego, insisto: una verdadera lectura de Watchmen tiene el potencial de cambiar la perspectiva de lo que son los comics para fans y no fans del medio en general. Si bien hay otros tantos autores historietistas que han forjado obras maestras en otros géneros no superheroicos ( Moebius, Ware, Spiegelman, Nakazawa, Shuiten o el propio Moore junto a Eddie Cambell con From Hell, de nueva cuenta por mencionar una breve lista), el discurso de Watchmen en relación a la naturaleza formulática de los superheroes ha sido apenas explorada desde entonces (por Morrison o Gaiman), menos aun superada (o al menos, no en mi conocimiento por alguna obra que rebata los argumentos aquí vertidos).
Francamente, los 12 motivos me quedan cortos; si apenas califican como una introducción de lo que puede ser la lectura. No hablé del seguimiento del smiley face, los cubitos de azucar, la simetría, las siluetas de Hiroshima, marte, Kennedy/Nixon y tantísimas otras cosas que aun quedan por descrubir en esta apabullante obra. Espero que al menos sean sufiencientes para que alguien se anime a leer el comic antes de dejarse llevar por la inmediatez de la película (reto a que ya vista, alguien me cite 6 de las 12 razones aquí expuestas como parte de la cinta, y solo así quizá la vere en DVD). En la internet hay cantidad de páginas y sites que han estudiado a Watchmen desde cualqueir punto de vista imaginable: desde lo histórico, lo físico matemático o lo postmoderno; invito al constante dialogo sobre esta verdadera obra maestra, que a algunos nos transmuto de fans de comic a otro tipo de bichejos recelosos y hambrientos de cosas nuevas.
Finalmente, agradezco el espacio dado en el site, así como a quienes aportaron sus valiosos comentarios. Yo estare con mis pininos de comic, siempre un poco mas académicos, por mis propios lares (http://cazadordeopio.blogspot.com/) a partir de la siguiente semana.