Masamune Shirow es junto a Inio Asano, Hiroaki Samura y Kenji Nakasawa uno de los ejemplos habituales de que en la inundación manga hay autores de excelsa factura y cuyas obras tienen un atractivo autoral mas allá de los cliches superficiales del comic nipones. Al parecer de muchos, su obra cumbre es Ghost in the Shell, siendo esta una de las mejores aproximaciones al género de la ciencia ficción cualquier medio, incluso a la altura de Isaac Asimov o Stanislav Lem.
El primer volumen de Ghost in the Shell, seriado originalmente entre 1989 y1992, narra las aventuras del S-9, organo especial de la inteligencia del gobierno japones del 2029 y cuya unidad de asalto es lidereada por Motoko Kusanagi, una cyborg que aun guarda algo de su humanidad en su «fantasma» (ghost). En este Japón post Cuarta Guerra Mundial, el avance tecnológico en cuanto a cibernética es tan considerable que los cyborgs pueden mostrar tendencias humanas y los humanos pueden hacerse tan cyborgs según sus posibilidades económicas. Con gran destreza, Shirow arma una trama que mezcla el espionaje (entre los diversos organos especiales del gobierno japonés), la intriga internacional (meollos con rusos, arabes y la Mossad israelí) y la acción de alto calibre teniendo como centro al Puppeter, una entidad conciente de si misma surgida de la red de información, y la cual busca la supervivencia de igual forma que todo organismo viviente hace: por medio de la reproducción.
Dentro de la trama, Shirow detalla un universo muy estudiado en cuanto al impacto que las entidades cibernéticas tendrían en los planos humanísticos, científicos, militares y hasta sociales de la raza humana, no solo evitando los cliches tradicionales del género («Los humanos ya nos limpian y cambian el aceite diariamente sin necesidad de masacrarlos y dominarlos; así que tu propuesta de una revuelta robótica no tiene sentido»), sino hasta escupiendo algunas reflexiones bastante interesantes que aplican a nuestro momento actual («según los psicologos, hoy día existe una inundación de información que genera un vacio espirual, junto a un rampante consumismo que amplifica los deseos mas inusuales…»). Cuando se trata del clasiquísimo artilugio del deus ex-machina, el autor no se anda por las ramas y hace un comparativo de la cosmología religiosa (el Génesis, por ejemplo) con las virtudes en bites de una conciencia sintética. Incluso, el propio Shirow en varias ocasiones comenta fuera de viñeta la pertinencia científica de lo que describe en imagenes o texto, sin contar el apéndice detallado sobre cada capítulo de la obra.
Ademas, el trazo de Shirow es un agasajo; presume una soltura de mano que le permite dibujar lo que se le antoje, en los grados de complejidad que le trama le demanda. Las primeras páginas de cada capítulo son espectacularmente coloreadas, mientras poco a poco se convierten al tradicional blanco y negro (+ tramas) del manga. Al tomar cualquier viñeta del libro, podemos intuir que Shirow no solo tiene diseñado su universo en la teoría, sino también en lo visual.
Si acaso, el único incoveniente es que la seriación original de Ghost in the Shell parece que le exigía al autor terminar cada capítulo con un final específico, lo cual cuarta un poco la trama como una sola gran historia (quizá tambien esto sea por efecto del excelente anime de Mamoru Oshii , el cual disfrute con entera fascinación antes de tener el manga en las manos). Tanto manga como anime (aunque la adaptación de Oshii si bien es fiel, no deja de tener un sabor propio e independiente), Ghost in the Shell es una de las principlaes influencias en la historia y look de The Matrix, y discursivamente es la continuación lógica y mas apabullante desde Blade Runner. Una joya que no debe faltar en ninguna buena colección de comics.
Ghost in the Shell, Masamune Shirow. Dark Horse Comics, 2004. 350 págs color y blanco negro.