Convencionalmente los superhéroes necesitan sus propios ambientes para poder tragarnos sus andanzas y aventuras. Un mundo creado especificamente para cualquier personaje de comic es fundamental para poder suspender la credibilidad de los lectores; algo así como la Nueva York donde Ben Grimm llegaba a decir «Si esto lo leyera en un comic, ¡no me lo creería!» y que permitía que el Dr. Doom secuestrara a los propios Stan Lee y Jack Kirby; o la Metrópolis art noveau de Superman como efigie arquetípica de lo que concemos como una ciudad metropolitana, pero sin la molestia de referir directa y verazmente a la fuente. Tambien es escencial para que, un personaje con continuidad, pueda vivir las consecuencias provocadas por sus villanos y él mismo; al poco tiempo de insertar un personaje de ficción en un universo dado, es inevitable que el tiempo y sus líneas caóticas terminen siendo tan alternas como el espacio.
Para su obra del género, Alan Moore y Dave Gibbons sacan completo provecho de que sus personajes estarían fuera de cualquier continuidad oficial, ya fuera de la Charlton o de la propia DC Comics. El templete creado en el Nueva York de Watchmen es tan importante como el desarrollo de los personajes mismos. Parte de la tesis de Moore y Gibbons es la exploración de lo que los superhéroes en un mundo real pudieran lograr y para ello no solo se inventaron un universo propio sino toda una línea temporal alterna: una cajita de cristal desde donde observar a los ratones de laboratorio. Bajo la premisa original del superhéroe en términos mas o menos realistas, algunos superheroes tradicionales hubieran cambiado la historia del mundo: quizá Superman hubiera evitado el ataque a Pearl Harbor en la Segunda Guerra Mundial, o el Capitan América hubiera ganado la guerra en muchísimo menos tiempo y quizás, de haberlo enviado a Japón, la bomba atómica nunca se hubiera lanzado. La Segunda Guerra Mundial es el punto fulminante de la credibilidad de cualquier superhéroe de los años 30, así como la guerra de Viet-Nam lo es para los de los 60s y 70s (sobra decir que, con todo Tony Stark , Nick Fury y Frank Castle, los gringos no ganaron Viet-Nam) y en tiempos mas recientes fue la estruendosa «villanía» del 9/11 .
El primer marco autoreferencial del universo de Watchmen es de los años 40 con los Minutemen: superhéroes en mallitas muy a la moda de esos tiempos. Ninguno de ellos son referencia a personajes como pudieran ser Superman o el primer Green Lartern, mas bien son los herederos directos de los personajes pulp tan populares en los 30s y que fueron el primer antecedente del género superhéroico, tales como el Doc Savage o The Shadow. Estos personajes eran bastante capaces, aventureros y por veces tenían algún dote especial como el de leer la mente de las personas, pero en escencia eran humanos sin ningun tipo de mutación propiciada por rayos cósmicos o inmigración ilegal desde otro planeta. Así en el universo de Watchmen tenemos al Captain Metropolis, the Hooded Justice, Silk Spectre , The Nigth Owl , Silouethe y The Comedian, todos ellos perfilados como personajes de una era glamourosa, entallados en las remembranzas del Hollywood clásico: los Minutemen se parecen más al Rat Pack de Sinatra y Bogart que a un equipo de superhéroes. En lectura atenta denotamos que los autores evidencian que, como superhéroes, los Minutemen basicamente no hacen nada realmente superheroico perse, como ir a patear traseros nazis en la Segunda Guerra Mundial (salvo el Comediante, que asiste a batalla en el pacífico), hacer labores de espionaje en la Guerra Fría o siquiera pelear contra robots gigantes y/o simios comunistas parlantes; más bien sus andanzas contra Moloch parecieran ejercicios de publicidad, elaborados como un serial de cine. Los Minutemen, y esto corroborado con la desmitificación hecha en Under the Hood del propio Hollis Mason, eran mas superestrellas de tabloide que superhéroes.
En este universo creado por Moore y Gibbons un superhéroe romantico con meros aires de nobleza, un bonito traje de mallitas y un buen gancho izquierdo no lograría nada en el mundo real. Si existiera un superpoder, digamos algo así como manipular el átomo a voluntad, ¿cuales serian sus repercusiones?
El personaje del Doc Manhattan es el pivote de este mundo alterno: un ser conciente cuyo poder es basicamente el de la mente sobre la materia. Al ser norteamericano, Jon Osterman funciona como el eje estratégico de la soberanía del poder gringo en la Guerra Fría. Es un superarma y su insinuación de poder es la afrenta para con sus posibles enemigos. De hecho, si a leguas podemos ver que los Minutemen no lograron nada significativo en la vida de los ciudadanos de su era, aquí vemos que los Estados Unidos ganan la guerra de Viet-Nam de la mano del Doc Manhattan (que en la vida real no solo la perdieron , sino que sigue siendo el peor trauma político, económico y social de su historia). Ademas como toda arma, el Doc Manhattan tiene efectos secundarios que permean en la vida cotidiana de los habitantes de este universo. Por él se puede sintetizar algun extraño policarbonato que permite la aparición de los automóviles eléctricos: en el Nueva York de los Watchmen, no hay gasolinerías ni contaminación por combustibles de carbono. Por el Doc Manhattan, en este universo una ciudadana común como Kitty Genovese podía mandar hacerse un extraño vestido de plástico con manchas negras lo mismo que Richard Nixon se convirtiera en el presidente norteamericano más popular de su historia (que a la fecha de publicación de Watchmen, era exactamente lo contrario siendo Nixon el único presidente que no termino su mandato por ser basicamente obligado a renunciar; hoy día sabemos que George W. Bush ha desbancado por mucho a Nixon en su posición de imbécil).
Otro personaje que es un eje de influencia en este universo, aunque de manera muchísimo mas sutil, es Adrian Veidt, alias Ozymandias. Al considerarsele presumiblemente el ser humano mas listo de su era, el fulano es un multibillonario empresario (algo como Bill Gates antes siquiera de que supieramos de Sillicon Valley) cuyas corporaciones tienen mano en todo: desde la creación de cosméticos y perfumes (como Nostalgia), hasta las Pyramid Industries, pasando por su propia franquicia de juguetes o su vivienda en la Antártica (algo así como su Fortaleza de la Soledad).
Y finalmente vemos en este universo alterno las minucias de la gente normal que solo vive en el corral y quienes a diferencia de la Nueva York de Peter Parker, viven codo a codo con las identidades secretas de los vigilantes sin percatarse de ello, o denotan las sensibilidades de la masa en momentos como el disturbio pre-Keene Act, o un mero alboroto en plena tensión pre-Tercera Guerra Mundial. la banda de punk Pale Horse, el famosísimo escritor Max Shia, la gazeta favorita de Rorschach The News Frontiersman, el Gunga Dinner; todos creados y dibujados al detalle con logos y sus respectivas campañas publicitarias. Notese que en las panorámicas de la ciudad nunca hay algun rasgo distintivo de la vida real como el Empire State, las Twin Towers o la Estatua de la Libertad: Gibbons dibuja una Nueva York cotidiana desde los ojos de un new yorkino algo más que habituado a los glamouroso de la capital del mundo; de hecho, se antoja una ciudad que bien pudiera ser cualquier gran capital del mundo, como la Ciudad de México o Honk Hong.
Así, la Nueva York de 1985 de la era del Doc Manhattan esta muy lejos de ser la típica Nueva York capital de los superheroes: aunque muy deslindada de este mundo real, no deja de tener resonancias demasiado familiares para todos aquellos que han vivido en una gran metrópolis cualquiera.