Kimitachi wa Dō Ikiru ka. Japón 2023.
- Dir. Hayao Miyasaki
Hayao Miyazaki es sin duda el gran maestro de la animación de los últimos tiempos. Poseedor de una gran capacidad de narrar historias profundas a través de personajes y situaciones fantásticas, ha revolucionado la idea de que las historias simples no pueden ser significativas, filosóficas e incluso perturbadoras.
El legendario Estudio Ghibli es sinónimo de innovación en el arte de la animación, un estilo que ya permea en las películas animadas que se hacen en todo el mundo. Esa es quizás una de las razones por la que el anuncio de la que podría ser la última cinta dirigida por su fundador, se esperaba con muy altas expectativas en todo el planeta.
Por todo lo dicho, no sorprende el gran éxito taquillero y de crítica que esta película ha tenido. De hecho, ya se perfila como una de las grandes ganadoras de la temporada de premios habiendo roto récords de asistencia a las salas en Japón – su nicho natural- y en los países donde se ha exhibido.
En esta ocasión, Miyasaki nos cuenta la historia Mahito, un adolescente que pierde a su madre en un bombardeo durante la II Guerra Mundial. El chico vive sumido en su duelo, cuando su padre decide rehacer su vida en un lugar rural, al lado de quien fuera hermana de su difunta esposa. En ese lugar suceden cosas extrañas alrededor de una misteriosa torre y de una extraña garza que intenta a toda cosa llamar su atención.
Al igual que en muchas otras de sus cintas, Miyasaki usa elementos mágicos para explicar las encrucijadas de la vida a las que se enfrentan sus personajes, generalmente en la adolescencia y/o intentando superar eventos dolorosos.
Pero quizás como nunca, Miyasaki se ocupa específicamente del duelo y de lo que sucede después de la muerte. En este aspecto, esta es quizás una de sus cintas más complejas y que le habla más directamente al público adulto.
También por primera vez, se habla de teorías científicas acerca de mundo paralelos, del ciclo de la vida y la muerte, del renacimiento y de que nadie se queda ni se va del todo. Eso la hace compleja por momentos, y de ahí el pensar que no es fácil de digerir como otras de sus historias.
Sin embargo, comparte con otras cintas de Miyazaki, la aventura de adentrarse a mundo oníricos como en El viaje de Chihiro (2003), de contar con espíritus protectores como en Mi vecino Totoro (1988) y el mensaje de cuidar el mundo que vivimos como en La Princesa Mononoke (1977).
El estudio Gihbli parece firme y sólido en su apuesta de hacer cine de animación que pueda ser considerado cine en toda la extensión de la palabra- como también afirma Guillermo del Toro- y que fiel a la tradición del anime japonés, esos “dibujos” sirvan para enviar mensajes profundos, de esos que no te abandonan cuando sales de la sala de cine.