
Hidalguenses Distinguidos: Gabriel Vargas Bernal
Tulancingo, Hidalgo, Feb/ 5/1915
Ciudad de México, Mayo/25/2010
Por Lupita y José Alberto
Con un saludo especialmente afectuoso para Lupita Appendini Romo, viuda de Vargas.

La vieja vecindad como centro de inspiración desde 1936.
Desde los últimos años del siglo XlX, la vida en vecindad ha sido tema inevitable en la literatura amarillista y en la cultura popular, el ámbito del conformismo trágico o divertido de personajes anónimos que, gracias a la tragedia de vivir en el infierno de la pobreza, alcanzan un reconocimiento público y son mostrados a lectores y espectadores, en pasquines, encartes, revistas, obras de teatro y películas, como los seres más felices en la resignación, en el no me alcanza, no tengo ni para frijoles pero Dios proveerá, al fin que mi pulquito con un hueso de pollo adentro del jarro, ya es carne.

Habitantes de viviendas sucias y estrechas que pasan la vida de principio a fin, incómodos y amontonados, compartiendo el agua de la pileta pública, peleando un lavadero y cuidando que no le roben la ropa recién lavada. Espiando si el vecino llega cayéndose de borracho; si la vecina se preocupa más por el “chisme” que por tostarse la barriga en el fogón, en el laboratorio de los chimoles -la cocina-, viendo la paja en el ojo ajeno sin ver la viga en el propio, viviendo amores y desamores públicos sin derecho a una vida privada, en un eterno peregrinar de infortunios en total confusión entre miseria y pintoresquismo, semianalfabetos e incultos, ignorantes, sucios, flojos y feos como el teporocho Susano Cantarranas, como la divina Chuy, o como el cacique de la Coyotera, Briagoberto Memelas y alguna de sus chancludas.
Pero desde 1936, con la vida de Pancho Villa y la vida de Jesús, luego Frank Piernas Muertas; Virola y Piolita, después el controvertido personaje de don Jilemón Metralla y Bomba, Los Super Locos, Poncho Lópes (con “s”) y muchas aventuras y personajes más, antes de llegar a su obra cumbre, “La Familia Burrón”, hubo quien se preocupara por darle a ese triste mar de llanto que era el negocio editorial, una isla de risas y alegría a través de una digna lectura, demostrando que no todo es mezquindad, no todo es lucro, y en el sórdido ambiente de la competencia por caer más bajo; alguien se salva, alguien es honesto y, después de tantos años, a la fecha, perdura… ¡Don Gabriel Vargas Bernal! El inmortal papá de los Burrón.


Como muestra dignificante de esta literatura ligera, divertida y didáctica, a casi un siglo de la aparición de los primeros trabajos de don Gabriel, “La Familia Burrón”, serie que se inició en 1940 con el nombre de “El Señor Burrón o vida de perro”, sigue vigente entre coleccionistas y mercados de segunda mano, a pesar de que el último número de su segunda época se publicó en agosto del 2009.
En esos sesenta y nueve años, se publicaron más de 3,200 (tres mil doscientos) números, con una aventura diferente en cada episodio.

En “La Familia Burrón”, don Gabriel muestra la desolación cotidiana, la penuria del mobiliario y la ropa que jamás conocieron el aroma del estreno, imágenes religiosas y familiares en tercera dimensión, colchones en el piso como el de Gamucita Pericón, familias numerosas resaltando que ningún pobre es hijo único, -corrijo, sólo Avelino Pilongano-. Fuera de Avelino, todo pobre mexicano desborda primos, tíos y sobrinos.
El maestro traza detalladamente el México típico y legendario del hacinamiento y del cochambre, el México anterior al terremoto de 1985. Nos muestra las vecindades con sus lavaderos comunales al centro del patio y sus comadritas lavando entusiasmadas averiguando vidas ajenas. Vecindades con su único W. C. para uso común de las veinte familias que habitan esas descascaradas casas y dibuja con fidelidad, los patios llenos de tendederos con banderas de ropa multicolor, algunas con visibles agujeros y remiendos, los pisos, también tapizados de ropa recién lavada, las macetas con Geranios en flor, los perros bravos con gesto fiero y mostrando los dientes, gallinas seguidas por su numerosa prole de pollitos, en verdad nos regala en cada página de la revista un auténtico museo de costumbres citadinas de la época.

Dentro de esas viviendas hay violencia, hay descuido y abandono, el golpear a la esposa y a los hijos es algo cotidiano, el llegar a la cantina a brindar con los “amigos” y las pintadas antes que saber de los engorros (hijos) y la chamagosa (esposa), es lo más normal. Primero me tomo un curado de piña y me como unas memelas de picosa salsa verde, con mucha cebolla y poco queso, ya después veré a mi familia… ¿Mi familia? ¿Qué es eso…? ¡Mi desgracia! ¡Salud mis compas, salud mis rorras! , ¡vivan los cuatachos y las pintadas!

Pero el argumento nos remite también a la parte contraria, a una vivienda en que reina la armonía, se nota orden y limpieza en el mobiliario y disponen de un baño exclusivo, una sala equipada con su T. V., un comedor con cuatro sillas y un huacal frutero donde se sienta foforito, la cocina luce una estufa de gas, la azotehuela con lavadero y boiler de leña; dos recamaras con cama matrimonial cada una. Ahí vive una familia compuesta por una dispareja pareja y tres hijos: dos propios, un adoptado y un perro.
Es el hogar de Regino Burrón, peluquero filósofo y resignado con su suerte, su esposa, Borola Tacuche, inconforme, arrojada, emprendedora y temeraria, sus hijos: Macuca (la Pecocha), Regino chico (el Tejocote), Crisóforo Cantarranas (foforito) y el perro Wilson, integran la familia Burrón Es una familia donde los hijos se sienten orgullosos de sus padres y los padres de sus hijos, don Regino no tiene ningún vicio, es muy responsable y vive resignado con su difícil situación, trabaja de lunes a sábado y si no tiene suficiente clientela, sale a las colonias ricas a pelar perros sin ningún rubor, lo que le interesa es llevar a casa el dinero suficiente para que sus familia no carezca de lo indispensable.
Doña Borola, inteligente y vivaracha, audaz y valiente, no desea sentarse en los asientos de segunda clase, no acepta ser relegada a la cabina de atrás ni desea vivir en la retaguardia de la historia. Sabedora que el triunfo viene del talento, del arrojo y la decisión, no de la suerte, busca a cómo dé lugar el progreso para sacar a su familia de la pobreza, de la mediocridad, del anonimato, de la sordidez de una vecindad. Sueña con su casa en Las Lomas de Chapultepec, con coche, sirvientas, comodidades, dinero a manos llenas.

Su ambición la lleva a emprender constantemente negocios con disparatados aparatos de su invención: Helicópteros con motor de licuadoras y fuselaje de triplay, armado por ella misma con el apoyo de Regino chico; cañones lanzadores de vecinos urgidos de llegar a tiempo a su trabajo; túneles para evitar el tráfico; venta de carne de elefantes y avestruces asesinados por ella en Chapultepec, con su carabina 30-30. Desesperada por la miseria, ha formado con sus vecinas pandillas que asaltan carros de transporte de carnes, embutidos, abarrotes y vinos, propiedad de ricos e inescrupulosos acaparadores, para poder dar de comer en fechas especiales, a todos los engorros y ancianos de la vecindad, claro, sin olvidar a los irresponsables borrachos y pegalones maridos, que también comen a dos carrillos los manjares arrebatados a los abusivos abarroteros por la banda de las enmascaradas balines.
Y, aunque cada aventura es un fracaso y le cuesta la cárcel con fuerte multa que paga su chaparro rapabarbas, el amor por su esposo e hijos, le motiva a luchar nuevamente día con día, y, aunque sea levantando la patita en teatros que construye reciclando materiales en el patio de la vecindad, busca con afán el dinero que los sacará de pobres, eso sí, anteponiendo que su ambición y su exotismo no rompan el vínculo de amor que le ata a su zotaco y a sus engorros, que su búsqueda del bienestar no la desate del hombre que ama, que no le priven sus locuras del placer de sentirse amada.
Muchos mexicanos, viajamos en ferrocatren por el país y conocimos el vetarro continente leyendo las aventuras de la chorromillonaria tía de Borolita, doña Cristeta Tacuche, la más famosa viuda del mundo, más conocida en las altas esferas sociales como la Timbona o La rompe corazones, La reina del mismísimo París y del famoso restaurante “Le cazuele”, lugar que visita a diario, acompañada ocasionalmente por su eterno pretendiente Roquefort, su fiel secretaria Boba Licona y su chofer franchute. Mientras, en su palacio parisiense sus cuatro sirvientas mexicanas preparan el banquete para la fiesta de cada día y le dan de comer a los cocodrilos que disfrutan la alberca en tanto llega su timbona dueña.
Qué decir del cacique de San Cirindango de las iguanas, don Juanón Teporochas; el güen Caperuzo, cacique del Valle de los escorpiones y su hermana Caledonia; Generoso y el peterete; el Tata ruco; el diputadazo Jovito Capaloros; el millonario Florito Tinoco “El Tractor”; Lamberto el diablo mayor; Satán Carroña, Cadaverina y Chicho su medio muerto sirviente; don Quintín Peluche; el antes temible hampón Ruperto Tacuche, hermano menor de Borola, actualmente honrado panadero enamorado de ”Bellotita”, casi padre adoptivo de Rupertino y cientos de personajes más.

Gabriel Vargas Bernal, es reconocido en todo México desde 1936 por sus múltiples personajes, por la calidad de su trabajo, por la originalidad de sus textos y trazos, es un artista único. Pero es reconocido en el mundo entero por la “Familia Burrón”, revista y obra que lo han elevado a la categoría de Genio. Es del dominio público, que en la Sorbona de París, sus revistas se utilizan desde hace decenios como material de apoyo para la carrera de Sociología. La multitud de personajes creados por el maestro Vargas, son motivo de constantes estudios en diferentes carreras universitarias, especialmente en las Ciencias Sociales. El vocabulario rescatado por el maestro, es también motivo de análisis y comentarios en las aulas de muchas universidades mexicanas y del extranjero. Las mejores universidades mexicanas como la UNAM, la UAM, la UAEM, la Iberoamericana y la UAEH, ofrecen en consulta material y Tesis. Especialmente, la Autónoma de Hidalgo (UAEH) tiene a la venta el libro “Gabriel Vargas, cronista Gráfico”. Y a propósito de dicho material, el investigador de la UNAM, escritor y crítico, autor del famoso libro “Puros Cuentos”, Juan Manuel Aurrecoa señaló en el prólogo del libro:

“No sé si Vargas necesite estatua y homenajes. Pero, a diferencia de muchos de nuestros héroes culturales que ya la tienen, fue un hombre tocado por la Gracia. Poseía los dones del humor y de la sabiduría popular, dones que le permitieron realizar con humildad una obra profunda, auténticamente graciosa y trascendente que escudriñó como pocas el ser nacional. Quienes no leían La familia Burrón, en verdad se perdieron una lectura entrañable. Si los mexicanos permitimos que su obra se olvide, ora sí que allá nosotros”.
¡Descanse en paz el maestro Gabriel Vargas, en sus 99 años!