Dice la sabiduría popular que el camino al Infierno está tapizado de buenas intenciones, y cuando menos en este caso, es totalmente cierto. El fresco Ecce Homo, autoría de Elías García Martínez, se encontraba en el Santuario de la Misericordia, en la localidad de Borja, España, y los efectos de la humedad sobre el mismo, que se encontraba ahí desde principios del siglo XX, lo dejaron en un estado deplorable. Fue por eso que una dama de ochenta años de la localidad, al ver que nadie tomaba cartas en el asunto, decidió hacer algo por ella misma, «restaurándola» con lo que su talento y conocimiento le permitieron.
Lo cierto es que el hecho desató una bomba que, curiosamente, ha dividido a la gente. Por un lado, hay quien califica el hecho – con toda justicia – de una aberración, pues el hecho de que haya sido con buena intención no quita que se haya hecho un daño extremo a la obra. Pero por otro, muchos apuntan al hecho de que, tras de cerca de 100 años, nadie se hubiera preocupado de su estado sino hasta este hecho. Apuntan, de hecho, a que la anciana pudo «trabajar» sin ser interrumpida durante un tiempo considerable, lo que habla de la poca atención prestada a la obra. Obvio es, la restauración no es algo sencillo, sin importar de que medio se trate
, pero el que en ese tiempo se le hubiese dejado deteriorar tanto, habla de una enorme apatía. La cuestión aquí es que, de entrada, tenemos dos conductas muy criticables: ¿A quién podemos realmente juzgar?