Seguramente muchos de ustedes recordarán como, apenas unos años atrás, cuando un niño o un joven cometían algún crimen, no faltaba aquellos que acusaban de inmediato a los comics, a la televisión y a los videojuegos de ser los culpables. Sin ir más lejos, recordemos como una de las más recientes masacres en una escuela de los Estados Unidos fuera relacionada con el videojuego Doom, debido a que el asesino tenía algunos niveles diseñados en imitación a los pasillos de su escuela.
Sin embargo, el crimen de Aurora desató una respuesta muy distinta. Casi desde el principio, ningún aficionado buscó explicar o dar motivos por el cual no se podía culpar a Batman. Simplemente, expresaron su indignación, usando incluso elementos de la mitología batmaniana como argumentos: él no daña inocentes, él no usa armas, él sabe lo que es perder a sus seres queridos… En fin, el Hombre Murciélago se convirtió en el elemento de defensa. Ni siquiera el hecho de que el culpable usara una máscara de Bane, o se calificara como Guasón, le valió la más mínima simpatía. En cierto modo, era como si en friki hubiera violado la confianza que el grupo tácitamente le otorgaba, y con ello, perdía todo el derecho a ser considerado como tal.
Los fans han madurado, y han llegado al mundo real, sin perder el contacto con su Universo fantástico. Por primera vez en años, vemos al adulto que entiende la vida real, que reprueba un homicidio, que entiende el dolor de otros seres… Pero sin perder la fe en el símbolo de un luchador contra el crimen. Eso es realmente lo que los comics han provocado en nuestra generación, y no en convertirnos en asesinos.