Por Norma Lorena Loeza
Star Wars. Episode VIII.The last Jedil.USA (2017)
- Rian Johnson
- Reparto: Mark Hamill, Daisy Ridley, Carrie Fisher, Oscar Isaac, John Boyega, Adam Driver, Andy Serkis,Laura Dern, Frank Oz, Benicio del Toro.
La segunda entrega de la nueva trilogía de la saga Star Wars, elaborada con el emporio Disney al mando, cumple su promesa de avanzar la historia y de responder algunas de las interrogantes que más interesaban a la enorme fan community de esta historia que se ha mantenido fiel a largo de 40 años y abarcando varias generaciones.
Johnson toma algunas decisiones acertadas y otras no tanto, mismas que ya generan enorme polémica en las redes, donde si discute el futuro de una historia que por diferentes razones, muchos/as de nosotras las sentimos como parte de nuestras vidas. Pero a pesar de eso, cumple entregando un producto entretenido que está llevando a mucha gente a las salas de cine alrededor del mundo.
Empecemos por hablar de las decisiones malas: El desequilibrio de ambos lados de las fuerza es evidente. El lado oscuro no cuaja tampoco en esta segunda entrega, como una amenaza de verdad temible. Kylo (Driver) pasa de hombre en conflicto a berrinchudo nieto de Darth Vader, sin alcanzar nunca el nivel de maldad del abuelo. Por otra parte, y para completar el cuadro, el centro de comando acepta llamadas de broma y el villano Snoke (Serkis) no crece como para entender el plan maestro que acecha a la Galaxia entera.
Al no tener contrincantes verdaderos, lo que queda de la filosofía Jedi se disuelve en ganas de formar un equipo y rememorar glorias pasadas. Nunca vemos el real y verdadero conflicto que debería dar pie a estabilizar ambos lados de la fuerza, simplemente porque la fuerza no tiene dos lados sólidos y para pelear hay que tener contrincantes. Este asunto se vuelve crucial y es más que un tema de no haber pulido el guion, incluye la construcción del perfil de los personajes porque en base a eso está construida toda la filosofía Star Wars.
Pero las buenas decisiones compensan y hay varias que es importante resaltar: primero el glorioso regreso de Luke (Hamill) y en especial el de Leia (Fisher) cuya presencia es insustituible. Nunca se habían explicado los poderes y habilidades que Leia tiene (excepto la conexión telepática con Luke y las sensibilidad para detectar variaciones en la fuerza) a pesar de no haber recibido entrenamiento Jedi, pero hoy sabemos que también puede vencer a la muerte. La escena donde eso se prueba no es de las más afortunadas, pero definitivamente es un punto que merecía ser tocado.
La cinta está llena de claros guiños y referencias a las películas originales, lo cual arranca emociones variadas en las y los espectadores. Incluso el tono humorístico –que no ha sido del agrado de algunas personas- parece inscribirse en una suerte de burla a la solemnidad del discurso original, en un sano ejercicio de reírse de sí mismo, que si bien no ha sido comprendido por todas las audiencias, la verdad es que es difícil no pensar que se trata de un ejercicio – extraño pero efectivo- de auto burla.
Y quizás en este ánimo, la cinta también cierra el debate sobre las midiclorias, que tanta polémica generó en el Episodio I. Esta entrega deja por fin en claro, que un Jedi puede provenir de cualquier lado y da una explicación de lo que es la fuerza, mucho más holística y abarcadora. Evidentemente pensando en una nueva generación que está más abierta al new age que al determinismo genético. Cualquiera puede ser un Jedi y eso es mucho más democrático por decir lo menos.
Por lo demás, la película cumple. Vemos lo que nos gusta y nos emociona: duelos trágicos con espadas láser, batallas galácticas, encuentros y cameos con personajes entrañables y la suficiente curiosidad para esperar la tercera entrega con suficiente expectativa. Eso sin contar que siempre es grato encontrarse en el cine gente disfrazada, con playeras alusivas, con espadas – y lo mejor es que nadie te ve como bicho raro- que grita, aplaude, llora y se emociona. Que la fuerza nos acompañe siempre.