The lighthouse. USA, Brasil, Canadá, 2019.
- Director: Robert Eggers
- Reparto: Robert Pattinson, Willem Dafoe, Valeriia Karaman
No es ya un secreto que el cine de horror vive un interesante momento de transformación. Cada vez son más los nuevos directores que apuestan a un modo diferente de contar los miedos arquetípicos, las angustias emocionales y nuestros más íntimos temores.
Robert Eggers es sin duda, uno de los nuevos cineastas que ha contribuido notoriamente en los últimos años a esta revolución del género. En La Bruja, (Eggers, USA, 2015) ya había demostrado dos características narrativas que retoma en esta película y que, al parecer, forman parte de su estilo personal como autor.
Una de ellas es la construcción de relatos basados en las leyendas populares. Para La Bruja retomó las declaraciones que se conservan de los juicios de quema y persecución de las supuestas hechiceras y para El Faro, utilizó las bitácoras de quienes pasaban meses en soledad manteniendo viva una luz de guía para los marineros. El resultado es una suerte de realismo supersticioso verdaderamente interesante.
La segunda de dichas características, es la maestría para construir ambientes claustrofóbicos, donde los protagonistas están encerrados en sus terrores y locura. En este rubro, la película es una portentosa obra obscura, que termina por hacerte sentir la tremenda angustia del aislamiento y el encierro que viven los protagonistas.
El relato parte de una premisa muy sencilla. Dos hombres tienen encomendada la tarea de atender un solitario faro por cuatro semanas. Es 1890, y están en Nueva Inglaterra, lugar que una no puede dejar de asociar con otro maestro del terror, HP. Lovecraft.
Y de verdad que tiene muchas otras maneras de emparentarse con el amo del horror cósmico, porque el relato está lleno de símbolos, supersticiones, conjuras y maldiciones. Poco a poco, los dos fareros van adentrándose a este ambiente sofocante, dejando de diferenciar la realidad de la fantasía. Las y los espectadores también. Tanto en las pantallas como en las butacas, lo que priva es la sensación de vivir una aterradora pesadilla.
Filmada en blanco y negro, la luz brilla y se extingue frente a nuestros ojos. La agonía de la luz es un efectivo recurso para ilustrar el dramatismo de los personajes, sentir su soledad y su miedo. Tanto Willem Dafoe como Robert Pattinson hacen un trabajo actoral increíble. Gesticulaciones con miedo, asco, repulsión y sorpresa son la materia prima de la historia.
No podríamos decir que es una película cómoda. Pero a fin de cuentas, el horror es eso: oscuridad y desolación. Un lugar situado entre la tormenta y el canto aterrador de unas sirenas asesinas.