The Lost Daughter. USA 2021
Dir. Maggie Gylenhaall
Reparto: Olivia Colman, Jesse Buckley, Dakota Johnson, Ed Harris, Peter Sarsgaard, Oliver Jackson Cohen.
Las miradas femeninas en el cine actual están cobrando cada vez más fuerza y relevancia. Para nuestra fortuna, no se trata sólo – cómo algunas personas expresan de manera denostativa- de “una moda” o y un falso intento por ser incluyente. La verdad es que las actuales cineastas están ganando terreno al contar historias interesantes con miradas y ángulos diferentes, logrando mover fibras muy sensibles de un público que se acerca a ellas buscando originalidad y profundidad.
Este es sin duda el caso de esta película, que después de un exitoso paso por los Festivales más prestigiosos del mundo, se estrena en la plataforma Netflix.
Basada en la novela de Elena Ferrante y adaptada y dirigida por Maggie Gylenhaall, la película desnuda la experiencia de la maternidad, casi siempre rodeada de mitos, exigencias, culpas y rupturas.
Todo inicia con las aparentemente tranquilas vacaciones en Grecia de Leda Carusso (Colman) una solitaria profesora de inglés. A este paraíso, llega una familia que pinta de entrada, para ser la pesadilla del verano: ruidosa, invasiva, grosera e irrespetuosa.
Pero pronto algo llama la atención de Leda y abre una ventana hacia recuerdos de sí misma, y de lo que significó para ella ser madre de dos niñas pequeñas, trayendo de vuelta secretos aparentemente enterrados desde hace mucho tiempo.

En esa familia distingue a Nina (Johnson) desarrollando un vivo interés hacia ella y su hija, que termina convirtiéndose en una extraña obsesión y en una marejada de recuerdos sombríos. La cinta entonces va y vuelve del pasado, en un ejercicio de intertextualidad que intenta explicar las rupturas internas que el tema de la maternidad trae para Leda.
Y no sólo para ella, para las y los espectadores también. Resulta muy inquietante la manera en que se pone sobre la mesa el tema de las madres que antes que todo son humanas e imperfectas, mujeres que hacen lo que pueden con lo que tienen a la mano. Rupturas y cicatrices que también forman parte de lo que somos.
Aquí vemos una dirección muy cuidada que se mueve entre los recuerdos y las culpas, misma que le ha valido muchos elogios a Maggie Gylenhaall por parte de la crítica. Ello también se debe a que logra generar actuaciones contundentes de todo su elenco, donde cada actor y actriz funciona a la perfección dentro del rol que le toca desarrollar dentro de la historia.
Es una cinta para repensar la maternidad desde otro ángulo, donde el sacrificio no es “por las y los hijos” sino por las renuncias a las propias aspiraciones cuando no te pones al centro de tus prioridades, y eso tiene un costo que casi siempre pasa factura. Se trata de un drama que nos atraviesa de un modo brutal, sin condescendencia, pero también con la delicadeza de dejar aspectos abiertos para llenarlos con la propia experiencia.