The first omen. USA 2024.
Dir: Arkasha Stevenson
Reparto: Nell Tiger Free, Sonia Braga, Ralph Ineson, María Caballero, Charles Dance.
Vivimos en tiempos donde más que otra cosa, lo que se explota es la nostalgia. Cargadas de memorias de un pasado próximo, las secuelas, precuelas, relanzamientos y nuevas versiones de las películas que marcaron a las últimas generaciones del Siglo XX, no han dejado de producirse.
El género de terror es quizás uno de los que más ha contribuido a este nuevo furor de mirar atrás, especialmente a lo que nos asustaba tanto, aunque no todos estos “regresos” han sido exitosos o han estado bien hechos. En muchos casos, la sola renovación de los efectos especiales no fue suficiente para volver a contar algo aterrador. Además, hay grandes clásicos que se consideraban intocables por su influencia y hasta su carácter fundacional en algunos subgéneros como es el caso de La Profecía (R. Donner, 1976) o El Exorcista (W. Friedkin, 1973).
La más reciente secuela de “El Exorcista” (El exorcista. Creyentes. D. Gordon Green, 2023) resultó un muy buen ejemplo de lo que no debe hacerse. Sin innovar en la historia e incluso contradiciendo los clichés que la película original propone, la cinta nos hizo pensar que quizás a los clásicos es mejor dejarlos donde están.
Pero «La primera profecía” puede ser la honrosa excepción que confirme que se le puede hacer una precuela a un gran clásico, reinventar su legado y sobre todo, hacerle un merecido homenaje, sin morir en el intento.
Partiendo de la conocida historia de Demian Thorne, que se desarrolla en tres entregas dedicadas a su infancia, juventud y adultez, la cinta se remite a un hecho básico que se había respondido de manera superficial en la trilogía. ¿Quién fue en realidad la madre de Demian?
Hasta ahora, sabíamos que “había nacido de un chacal”. Nadie ahondó más en ello, porque finalmente, esta historia no es de lógica, sino de hechos sobrenaturales.
Pero resulta que Demian Thorn sí tuvo madre (no es albur) y la historia de su nacimiento es tan aterradora como la legendaria película de 1973.
Arkhasha Stevenson se revela como una gran directora del género de terror, combinando con maestría una fotografía monumental, un relato entre lo sacro y lo profano y la visión de lo femenino en escenas que nos remiten al conflicto que supone ser la madre del anticristo para una persona que ha sido criada toda su vida en un convento.
¿Cómo se entiende la feminidad? ¿qué diferencia hay entre ser una virgen Inmaculada que trae al mundo al hijo de Dios y una mujer con la marca del demonio que traerá al anticristo? Parte de ello anima la película desde la propia mirada femenina, lo que la vuelve profundamente interesante.
Además de ello, son dos cosas las que hacen de esta una película tan sorprendente: las escalofriantes escenas que no olvidan que la gente paga un boleto para recibir un buen susto, y el guion que modifica – sin olvidar la nostalgia por las versiones pasadas- la intención de la película sin que destruya lo que sabemos de la historia.
Suena complicado, pero el haberlo logrado es uno de los grandes aciertos de la cinta
Y sin ánimo de arruinar la experiencia, sólo diremos que hay cosas de nacimiento de Damien Thorn que no sabíamos, y que el enemigo quizás no sea una secta satánica sino una división muy oscura dentro de la propia iglesia católica.
Eso sin contar que por momentos se hace caso omiso de un asunto fundamental y básico para el subgénero de las películas apocalípticas: el demonio al parecer tiene profundos prejuicios de género. Si bien en el cine las poseídas casi siempre son mujeres, el anticristo tiene – por lo general- que ser un hombre. Esa cinta tiene la genialidad de atreverse a preguntarse ¿Qué hace satanás con sus hijas? La respuesta bien vale pagar el boleto y disfrutar de una de las mejores cintas de terror de los tiempos recientes.