España (2023)
Dir. Pedro Almodóvar
Reparto: Ethan Hawke, Pedro Pascal
Debo confesar que nunca me ha gustado particularmente el cine de Almódovar. La caricaturización de lo femenino en sus inicios, siempre me hizo sentir incómoda. De hecho, el comparar el embarazo con una “ataque de nervios” me parecía hasta algo misógino, la verdad. Y eso por mencionar algo, porque la romantización del síndrome de Estocolmo en Átame, también me resultaba problemática.
Dejé de ver su cine desde hace muchas películas, pero su trabajo con Tilda Swinton en el corto La voz humana (P. Almodóvar, 2020), me produjo una enorme curiosidad, y de hecho me gustó y sorprendió bastante. Si no lo han visto, también lo recomiendo mucho.
Pensé mucho en la diferencia entre aquel Almodóvar estridente y este que llena con texturas emocionales sus recientes trabajos. Comprobé que hay algo que parece ser el hilo conductor entre los directores/as de cine destacados: un/a cineasta es antes que todo, alguien que “cuenta cuentos” y al parecer, nada parece definir mejor a quien pone recursos de todo tipo al servicio de una historia. Y parece que, con los años, Almódovar logró perfeccionar esa capacidad narrativa que ahora se vuelve tan deslumbrante.
Es así que el director español presenta este corto que, aunque simple en su premisa, termina por ser una historia que se va desdoblando, que se complica, que juega con variadas emociones, y al final, nada. Como la vida misma, termina sin un punto final o definitivo, pero habiendo dejado al público con la experiencia de haber visto en la pantalla el drama de toda una vida, en toda su complejidad, en apenas 39 minutos.
Y no sólo es un melodrama muy cuidado, también juega de manera destacada con el género western, que resulta perfecto para contar esta historia de pistoleros atormentados con el alma rota, en un lugar sin ley, pero con muchos prejuicios y dramas pasionales. Almodóvar cuida que los detalles que identifican al género también estén presentes, incluido – por supuesto- el duelo a muerte al caer la tarde.
A esta atmósfera contribuyen las destacadísimas actuaciones de Pedro Pascal y Ethan Hawke. Ambos construyen sus personajes con maestría dramática, con dolor, con rabia y con una pasión que se desoborda para ser contenida en segundos. Así nos cuentan cómo sus personajes quedaron marcados a fuego por un amor que no pudo ser y que nunca dejó de atormentarlos.
Almodóvar también demuestra que un corto puede ser suficiente para narrar historias complejas, sin tantas explicaciones, pero con mucha emoción, a través de un solo momento que define una vida y con una expresión que da cuenta de un largo dolor callado. Sí, quizás un Almódovar sin estridencia, nos haga valorar su arte de una distinta y mejor manera, y tal vez la maestría no sólo se tiene y ya, también se refina con el tiempo, las vivencias y la experiencia.