Las historias de casas embrujadas y familias malditas son de amplia aceptación para los amantes del género del terror. No es de extrañar que una de las apuestas fuertes de Netflix para la temporada previa al Halloween, haya sido la última miniserie realizada por Mike Flanagan, uno de los nuevos maestros de horror contemporáneo, y que también con ella, el director cierre su colaboración para la popular plataforma.
Y es que la verdad, Flanagan cierra su relación con Netflix entregando una serie redonda, aún y cuando quizás no sea la mejor de la trilogía acerca de familias y casas malditas, son evidentes los elementos en los que se nota maduración, oficio y, sobre todo, un profundo conocimiento del legado de Edgar Allan Poe.
Les decía antes que no la consideraría la mejor, porque sus anteriores trabajos – La maldición de Hill House y La maldición de Bly Manor- habían sorprendido por novedosos en su momento. La manera de ampliar el universo narrativo de los relatos originales con la historia íntima y perturbadora de una familia, se convirtió casi en su estilo personal como “showrunner”. Y no es que en este caso abandone esta característica que le es tan propia, pero si diríamos que no resulta tan deslumbrante como en sus anteriores trabajos.
Y como parece ser un método fácil de explicar lo anterior, comencemos por lo que está bien: las historias. La Caída de la Casa Usher empieza con este relato de Poe y a partir de él, inserta otros cuentos, personajes y poemas que componen el vasto legado literario del autor originario de Baltimore. Como es costumbre, Flanagan utiliza el componente sobrenatural como metáfora de conflictos humanos y de una manera desgarradora.
Y en esta ocasión, además, la familia Usher que Flanagan construye, está basada en la familia Sackler, dueña de la farmacéutica Purdue, y tristemente célebre por su total falta de ética en la venta de medicamentos contra el dolor, que terminó en la grave crisis de adicción a los opiáceos que actualmente se vive en Estados Unidos.
Esto es quizás lo mas sobresaliente de todo el planteamiento. ¿Alguien dudaría que una familia como ésta en realidad ha hecho un auténtico pacto con el diablo a cambio de riqueza y poder? ¿Acaso eso no sería suficiente para vivir cautivo de todo tipo de demonios internos y culpas?
Flanagan distribuye a lo largo de los episodios referencias concretas a algunos de los más conocidos relatos de Edgar Allan Poe: La máscara de la muerte roja, el gato negro, Los crímenes de la calle Morgue, El escarabajo dorado, El barril de Amontillado. Ninguno es una adaptación fiel, todos son referencia. También siembra elementos de sobra conocidos e identificables: por ahí aparecen cuervos, alguien se llama Lenore, Anabel Lee, Gordon Pym o Arthur Dupin. Como ya decía líneas arriba, el conocimiento de el legado de Poe es evidente.
La parte que no es tan buena en relación con sus anteriores trabajos, es la de hilar la historia de la familia y la de lo sobrenatural en un todo. La verdad es que podrías ver el primer capítulo y el último y hubieras entendido todo. Las formas de morir de los hijos e hijas son interesantes, pero te llevan a lo que ya se intuye: esto acaba mal. Un misterio aderezado con las visiones del patriarca Usher, que también confirman que el pacto está por terminar, lentamente va perdiendo efecto incluso en eso de generar sustos repentinos.
Flanagan echa mano de algunos de sus actores y actrices habituales, en donde Carla Gugino resalta enormemente, y suma nos nuevos, como Mark Hamill en un papel sobrio y sombrío.
Al final, la serie resulta siendo de lo mejor que actualmente hay en plataformas. El legado de Poe fue tratado con respeto y eso también se agradece. Seguramente este no es lo último que veremos de Flanagan y de su magistral manera de explicar la disfuncionalidad de las familias a través de las metáforas más oscuras.